viernes, 14 de enero de 2011

AMBICIONES

”Hay que tener ambiciones elevadas, expectativas moderadas y necesidades pequeñas”. Heinrich von Stein


Yo, al igual que R (personaje fundamental de El Hechizo de Caissa), creo sinceramente en el poder de las palabras, lo que explica mi costumbre de utilizar citas para encabezar cada entrada de este blog, y en general de casi todos mis escritos, incluyendo cada uno de los capítulos de la novela. Y además, me gusta reflexionar sobre la cita, no únicamente ponerla y punto. Como habéis podido comprobar, la lectura entre líneas del texto de abajo tiene una relación directa con la reflexión que he hecho de la cita. Igual pasará en el hechizo.

Creo que la ambición desmesurada es un concepto vinculado siempre al juego sucio, a los excesos, a conducirse al margen de la legalidad, la moralidad o el buen criterio, y que esto es injusto. Ambicionar lo máximo no es, per se, reprobable. Sólo lo es en la medida en que justificamos actos mezquinos o inmorales (nada que ver con la religión y sí mucho con la ética) por la consecución de esa ambición. Por eso el vocablo ambición tiene tan mala prensa.

No mentiré diciendo que escribí el hechizo como un pasatiempo y que no me importa si se publica o no. Eso no se lo creería nadie. Cuando escribes algo que tú consideras interesante (o “decente”, o “logrado”, o el adjetivo que sea) quieres que lo lea tu amigo, tu hijo, tu mujer. Y después el amigo de tu amigo, y después el hijo del amigo de tu amigo, y después…, y después tienes la “ambición” de que cuanta más gente lo lea, mejor. Ambiciones elevadas que pasan por la publicación del libro. No entraré a discutir (eso lo haré algunas entradas más adelante) sobre la necesidad o no de meterme en el  proceloso mundillo del negocio editorial, sobre el libro electrónico y todas esas discusiones tan de moda con todo el rollo de la ley Sinde, los derechos de autor y todas esas cosas. Lo cierto es que, hasta la fecha, publicar el libro en formato papel es la forma de llegar a más lectores. Es tan simple como eso. Y desde luego, ni está entre mis ambiciones, ni mucho menos en mis expectativas, ni afortunadamente entre mis necesidades, el vivir de la escritura. Yo soy un docente, eso lo tengo muy claro, y por una mosca que mate, matamoscas me llamaron, pero sé que no soy un escritor,..., tal y como el público entiende esa profesión.

Sin embargo, no tengo ningún rubor en reconocer que mis “ambiciones” con el Hechizo son realmente MUY ELEVADAS. A saber:

1.Desmitificar la figura del ajedrecista como un sujeto “rarito”.
2.Trasmitir la belleza del juego del ajedrez a los advenedizos.
3.Llevar al papel muchos de mis pensamientos internos respecto al ajedrez, a la adolescencia, a la educación y “al poder de las palabras”.
4. Que una decena o veintena (tampoco hay que excederse) de mis alumnos lean El Hechizo de Caissa.  
5.Y una muy personal que ya he logrado: huir de mi proverbial mediocridad siendo capaz de acabar algo.

Mis expectativas se limitan a lograr la publicación de libro y que se venda la primera edición. Justo es reconocer que esto es ahora, porque hace un par de años ni siquiera soñaba con poder escribir un simple relato breve. Pero claro, cuando subes un escalón piensas que puedes subir otro.

Y lo único que necesito es tiempo para dirimir si esta aventura literaria es una excepción o si puedo escribir algo más.

Claro que tiempo (el don más precioso del mundo) quizás no sea una necesidad “pequeña”.

miércoles, 12 de enero de 2011

QUÉ SE PUEDE ESPERAR MIENTRAS SE ESTÁ ESPERANDO.

“A veces cuesta más eliminar un solo defecto que adquirir cien virtudes” Jean de la Bruyere

Además de escribir este blog, ¿qué he hecho desde que acabé la escritura de El Hechizo de Caissa? Es que esto de escribir una novela es mucho más complicado de lo que parece…

Bien, pues decíamos ayer que mi amigo El Creyente envió el manuscrito del hechizo a su agente literario con la esperanza de que le gustara. Así fue. Yo entonces no podía imaginar la magnitud de este hecho, pero para los entendidos en el tema les diré que se trataba -¡nada más y nada menos!- de la Agencia Literaria Carmen Balcells. Y les había gustado.

Hablé con RC -desde ese momento mi agente literario- y me felicitó por la obra además de proponerme unos cuantos cambios más encaminados a recortar la extensión del texto que a modificar sustancialmente el argumento. Me indicó que las editoriales estarían más predispuestas a su publicación con un texto más reducido y sintético. Específicamente el recorte se centraba en uno de los ejes argumentales (la historia de amor entre Marcos y S). Ni que decir tiene que acepté de buen grado, y que yo no era nada celoso con “mi hijo”. ¿Quién era yo, un absoluto ignorante y novato, para dudar de la palabra de un experimentado agente literario? Además supe que el manuscrito había pasado por la crítica de cuatro lectores diferentes, uno de los cuales era ajedrecista, y todos habían dado su visto bueno. No estaba mal para una primera criba. El informe era positivo.

El segundo paso ya no me competía: la búsqueda de editorial. Era el trabajo del agente y no tardó en encontrar, después de barajar las condiciones de otras dos firmas, una editorial (Viceversa) que emitió una interesantísima oferta - en función del número de ejemplares ofrecidos para la primera edición – que más tarde (¡entonces yo no entendía nada de todo este negocio!) comprendí que era extraordinaria, especialmente tratándose de un escritor novel. Obviamente el contrato de edición que firmé lo redactó mi agente porque yo no tengo ni idea del contenido concreto de todas las cláusulas del mismo.

Viajé a Barcelona para firmar el contrato editorial inmerso ya en el dilatado proceso de editing. ¿Qué es el editing? El segundo filtro, esta vez a cargo de los técnicos de la editorial que emitieron un extenso informe con propuestas de modificaciones argumentales. Algunas me parecieron necesarias, evidentes y sin duda mejoraron el texto. Otras provocaron una oleada de emails entre Viceversa y un servidor, un tira y afloja probablemente muy productivo (ocho ojos –y seis muy experimentados- ven más que dos) que nos llevó unos tres meses de trabajo intenso, hasta llegar a un documento del agrado de todos. La premisa es que todas las propuestas debía aceptarlas yo, como autor, aunque reconozco que me dejé querer, y aunque tuve que trabajar duro en el editing, yo también estoy muy satisfecho con el resultado. Titulamos los capítulos (en el original eso no estaba), ampliamos algún eje argumental, redujimos algún otro, y -¡dolor, dolor, dolor! – cambiamos el título original que yo había propuesto. Ahora no sólo me he acostumbrado al Hechizo de Caissa, sino que creo que mi propuesta inicial era mucho peor y agradezco el consejo de los editores. La mantendré en secreto, si mis lectores de este blog me lo permiten. Y no, no era LQPNMC. Era otro.

Después vino la corrección de estilo (con la utilísima función control de cambios): el formato. Desde ortografía, incoherencias, sinónimos, algo de semántica (consultas continuas al diccionario de la RAE) supresión de comas, puntos y adjetivos innecesarios (un defecto contra el que lucho permanentemente sin mucho éxito), hasta cuestiones formales básicas como tipos de letra, sangrados, tipos de guiones, comillas (¡tuve que cambiar todas las comillas “ ” por las comillas francesas que no tengo en mi teclado!), etc... Vaya que escribir es mucho más que dejar que las musas posean tu mano esgrimiendo una romántica pluma…

Y el último paso era la maquetación. Aquí el trabajo era básicamente de los editores aunque yo debía dar el ok. Sobre la ilustración de portada y el texto de contraportada ya escribiré más adelante en entradas específicas. Del resto del trabajo de maquetación sólo diré que estoy muy satisfecho de cómo les ha quedado y que tuvimos que hacer una nueva y enésima (¡y creo que última!) relectura, con más cambios. Al margen de las correcciones propias, son innumerables las que después tuvimos que hacer. Yo calculo más de 4000 correcciones de todo tipo, desde el manuscrito original hasta el texto definitivo.

Al final salió un libro (ahora sí es un LIBRO) de 378 páginas, contando dedicatoria, agradecimientos, etc. El producto final: lo que pronto (24 de febrero) tendréis en vuestras manos. El Hechizo de Caissa.

sábado, 8 de enero de 2011

HECHIZO RELOAD. El Hechizo de Caissa se publica el 24 de febrero del 2011

Es necesario siempre esperar cuando se está desesperado, y dudar cuando se espera.” Gustave Flauber.

He vuelto.
De entrada, tres puntualizaciones.
Lo primero pedir disculpas a mis lectores por mi marcha. Sólo se explica por mi desesperación que ahora explicaré.
Lo segundo agradecer vuestra paciencia. La que yo no tuve.
Lo tercero pediros que, si de algún lector de este blog tenéis noticias, le indiquéis que se reabre.

Tal como comenté en anteriores entradas, la fecha inicial de publicación de El Hechizo de Caissa (junio de 2010) se pospuso hasta octubre del mismo año y ésta, a su vez, hasta febrero de 2011. Por ese motivo cerré el blog, dado que ya había narrado el proceso de escritura del mismo. Ahora lo reabro para contaros el proceso de publicación y hacer un seguimiento de cómo lo recibe el público, de las críticas, comentarios, acciones promocionales, presentaciones del libro, etc...

Por lo tanto, ahora más que nunca agradeceré vuestros comentarios y el blog se convertirá en una herramienta de intercambio de opiniones entre autor y lectores. O eso espero.

Os contaba en anteriores entradas que la crisis del sector editorial (descomunal crisis, como casi en todos los sectores) había ralentizado la publicación de mi novela (y de muchas otras). Imaginad mi desmoralización. Continuamente mis conocidos, amigos, compañeros, me preguntaban por el hechizo y cada vez que tenía que contar que las cosas se habían paralizado sentía un intenso dolor interno. Ya sé que no es culpa mía, pero yo así lo sentía. Me parecía haber traicionado las esperanzas de mucha gente, e incluso algunos me tacharon de mentiroso. No les faltaban motivos. Una valiosa lección he aprendido de esta historia: si alguna vez vuelvo a escribir una novela, no lo haré público hasta que tenga el libro -¡en papel!- en mi mano.

En posteriores entradas os comentaré todo lo que he hecho (correcciones y más correcciones) hasta hoy.

He recibido autorización de la Editorial Viceversa para hacer pública (¡AHORA SÍ!) la fecha de lanzamiento de El Hechizo de Caissa. Tomad nota y ¡CORRED LA VOZ!:

24 de FEBRERO DE 2011


Un saludo a todos.

viernes, 16 de julio de 2010

PUNTO ¿FINAL?

”El lunar es el punto final del poema de la belleza.” Ramón Gómez de la Serna.

Y se acabó. Esto es el final de este blog. Me consta que he traicionado la esencia de un blog al uso (un cuaderno de bitácora, un diario, un foro donde verter opiniones) y que en realidad he narrado los acontecimientos, los pensamientos, las motivaciones, las ideas, las vicisitudes que me llevaron a escribir El Hechizo de Caissa.

Me cuentan, personas mucho más sabias, que un blog de esta índole no debería cerrarse, que debería mantenerse vivo y abierto, pero yo ya he contado mi historia, el proceso de documentación, redacción y corrección de mi novela. Ese era el objetivo y espero haberlo conseguido.

A lo largo de todos estos posts o entradas he intentado contar todo lo que me bullía en la cabeza, algunos trucos de escritura, algunas inquietudes, muchas confesiones, de qué va El Hechizo, qué buscaba con su escritura, quiénes me influyeron, ayudaron o empujaron a escribirlo, cómo lo hice, mis rutinas, mis errores, mis anhelos..., y ya no me queda nada que contar.

Muchas gracias a todos los que habéis contribuido a ampliarlo con vuestros comentarios y aportaciones. Os invito, si alguna duda, observación o comentario se os ha quedado en el tintero, a plantearla en este último post (o cualquier otro), o bien podéis escribirme a ferortega5@gmail.com o ferortega5@hotmail.com.

A la pregunta “¿cuándo saldrá publicado EL Hechizo de Caissa?”, la única respuesta sincera que puedo ofreceros es : “no lo sé”. En un primer momento se programó para este verano (junio-julio), y posteriormente se pospuso hasta el mes de octubre. Pero razones ajenas a mi voluntad y relacionadas con la crisis del sector editorial obligan a la editorial Viceversa a aplazar su publicación hasta el 2011. ¿Mes? Enero, febrero, marzo, … No podría asegurarlo. Y ese es el motivo por el que finalizo este blog antes de la publicación de la novela. Ya no me queda nada que contar (salvo que vosotros, mis pacientes lectores planteeis alguna cuestión). Mi idea era hacer coincidir el final de este relato con la fecha de publicación, pero como veis es imposible. Un lunar en mi “programación”.

Si alguno está interesado en conocer la fecha de publicación, hacédmelo saber (vía email preferentemente). Elaboraré una lista y cuando me comuniquen la fecha de publicación definitiva os enviaré un mensaje informándoos. O tal vez, haga una entrada extraordinaria en este blog.

Un saludo a todos. Gracias por dejaros hechizar.

martes, 13 de julio de 2010

FASE DE CORRECCIÓN


”Quien anda es quien tropieza, y no el que se está en la cama a pierna tiesa.” Proverbio.

Si bien el objetivo de este blog era contar la fase de documentación y algo de la fase de redacción de la novela “El Hechizo de Caissa”, apuntaré unas breves ideas sobre la tercera y crucial fase de corrección.

Lo primero indicar que es una fase eterna. Escribí el Hechizo en 5 meses y llevo 16 meses de correcciones. Puede parecer exagerado, pero os aseguro que es así. A veces no ves los errores, otras veces no estás de acuerdo con quienes te los muestran (para gustos los colores y en esto de la literatura...), y otras modificaciones responden a criterios ajenos a la propia obra y propios del proceso de edición. Lo cierto es que entre unas cosas y otras he sacado una clara conclusión: la novela no se acaba hasta que tienes el libro (físico y en papel) en la mano. Todo lo demás son “archivos provisionales”, y el adjetivo “definitivo” es una mentira. Indicaré que todavía estoy haciendo correcciones estilísticas.

Lo segundo es categorizar los tipos de correcciones:

1.Ortográficas: aunque parezca imposible (no en balde vivimos en la era tecnológica y los modernos procesadores de textos con sus correctores ortográficos automáticos son “infalibles”, jeje), después de cuarenta revisiones, aún detectaba alguna errata.
2.Argumentales: estos son los cambios más dolorosos. Cada vez que tenía que modificar una microsecuencia de algún eje argumental se me desgarraba el alma. Hay que entender que el Hechizo es mi hijo. ¿Arrancaríais un brazo o aunque sólo fuera el dedo meñique a vuestro hijo? Seguro que alguno se preguntará por qué, si tanto me incomodaban esas modificaciones, accedía a ellas. A veces porque aceptaba su idoneidad. A veces por imposición de los editores (únicamente cuando lograban convencerme de la necesidad imperiosa de hacer “ese cambio”). Y a veces porque yo mismo me las ingeniaba para mejorar el texto, porque desde que envié el archivo “definitivo” (je,je,je,je,je,je,je) tuve mucho tiempo para idear alternativas y cambios que creo sinceramente han incrementado la calidad del producto final (obviamente si no, no lo hubiera hecho). Mi mujer decía que ella no entendía las modificaciones, que el producto espontáneo, la primera escritura, era la válida. Una perspectiva muy romántica, pero muy poco acorde a los requisitos de la literatura moderna y a este exigente mundo donde sólo se acepta la excelencia, incluso en actividades tan subjetivas como el arte. Pero precisamente ese carácter subjetivo es lo que nos da a los escritores cierta independencia y a la vez crea tanta polémica. Porque un libro es excelente para un lector y un bodrio para el de al lado. Ventajas e inconvenientes del arte. Tengo muy asumido que eso pasa con todos los libros y que el Hechizo no será una excepción.
3.Estilísticas: Aún estoy en ellas. Desde los puntos y aparte, la adjetivación, los nombres de los personajes, los tipos de letras, el nombre de los capítulos, sinónimos, construcciones gramaticales mejorables, comas sobrantes, signos de puntuación adecuados, cursivas y encomillados apropiados,... Parecía fácil escribir un libro, ¿verdad? Pues os diré algo. Las correcciones estilísticas son sólo el barniz exterior. Laborioso, pero poco más. O eso espero. Y sin embargo, también tiene su importancia.

Y lo tercero es confesaros que estoy harto de corregir. Agotado.

Factores ajenos a mi voluntad (parece que la crisis también alcanza al mundo editorial) han provocado un aplazamiento de la fecha de publicación prevista. No me atrevo a decir cuando saldrá publicada la novela, pero seguro que habrá que esperar un poco más, y tendré mucho tiempo para seguir haciendo correcciones (las odio). ¿Se parecerá el Hechizo que se publique a mi “archivo definitivo original”?

sábado, 3 de julio de 2010

MI PECADO DE VANIDAD

”La vanidad se descubre, igual que un delito” Malcom Cowley.

Mentiría, como todos los escritores, si no reconociese que la vanidad me visitó por aquellas fechas. Quien no ha escrito una novela no puede comprenderlo, porque es muy difícil calibrar el tremendo esfuerzo que supone finalizarla y todos los sacrificios que hacemos para lograrlo (algo de eso se sugiere en el argumento del Hechizo). Pero, como ya he explicado anteriormente, mi orgullo, mi ego, mi autoestima crecía más por el hecho de que elogiaran mi esfuerzo al acabar la novela que porque elogiaran la obra en sí. Pese a ello, en esa época estaba demasiado agotado para recrearme en un sentimiento de euforia que, sinceramente, no sentía.

Cuando salía a correr  soñaba (excelente recurso para ahuyentar la fatiga psicológica en la carrera) no con el éxito editorial, ni siquiera en la publicación de la novela. Me concentraba en imaginar la sonrisa de mi madre cuando desenvolviera el paquete que contenía El Hechizo. Voy a confesar mi pecado de vanidad contando una costumbre familiar.

Mi padre es un hombre genial. Y no lo digo para regalarle el oído, sino que me refiero a su habilidad manual que lo convierte en un genio de la pintura y la escultura. Pero incluso decir esto es sesgar en demasía su capacidad, porque es habilidoso en grado sumo, no importa cuál sea el problema o la tarea. Cualquier actividad que requiera destreza y precisión oculo-manual, desde reparar el motor de la lavadora hasta componer pieza a pieza un televisor o una emisora de radio, está hecha para él. Es capaz de reparar cualquier artilugio por complejo que resulte, desde el más diminuto engranaje de un reloj hasta la compleja red de tuberías de una depuradora, de crear y recrear, de arrancar un vehículo con una chapa de coca-cola, de prescindir de un cerrajero, albañil o jardinero, de pintar una vivienda, de reparar un atasco de fontanería o instalar la mampara del baño, de matar de envidia a carpinteros, electricistas, electrónicos (que no es lo mismo) y al mismísimo MacGyver. Es eso que solemos llamar un manitas. Pero yo iré un poco más lejos: además es un artista como la copa de un pino.

En mi familia el día de reyes es una fiesta, y no sólo por los regalos y esas cosas, sino porque nos juntamos a comer todos los hermanos y sus respectivas familias (unas veinticinco personas, muchos críos...) y mi padre siempre nos regala a cada familia (somos seis hermanos) una escultura o pintura producto de sus afanes anuales. Como no puedo ser objetivo ni entiendo de arte, sólo diré que a mí (el hombre más “manazas” y torpe del mundo) me parecen genailes. A veces sorteábamos entre los seis hermanos los regalos de mi padre, otras elegíamos civilizadamente según nuestros gustos, pero no había año que mi padre olvidara obsequiarnos con su arte.

Mi pecado de vanidad fue soñar con que algún día de reyes pudiera acompañar la genialidad de mi padre con un ejemplar del Hechizo dedicado para cada uno de mis hermanos. Y si hay algo que lamento de toda esta maravillosa experiencia es que no podré hacerlo.

jueves, 1 de julio de 2010

CONEJILLOS DE INDIAS.

“Quien se enfada por las críticas, reconoce que las tenía merecidas”. Tácito.

Así pues, ahora tocaba someterme a la crítica. La primera incógnita era a quién debía elegir para que leyera el manuscrito. Y la segunda, a cuántos. Intuitivamente sospeché que no era demasiado inteligente darlo a leer a mucha gente. Por otra parte me interesaba que los lectores fueran lo suficientemente críticos como para servirme de ayuda y que pudieran emitir un dictamen objetivo, pero era evidente que sólo podía recurrir a mis conocidos, familiares y amigos. Es lo que tiene ser escritor novel. ¿Quién quiere leer algo de un desconocido autor? Pero había algún otro requisito a cumplir. A saber: necesitaba un lector ajedrecista (para comprobar la verosimilitud de la historia, de los personajes, de los ambientes), un lector no ajedrecista (para pulsar el grado de comprensión en advenedizos del juego), un lector experimentado (¿otro escritor o un especialista en literatura?), un lector ocasional, y un lector compulsivo que pudiera comparar con multitud de modelos. Todo muy lógico ¿no? 

Pero os estoy mintiendo. No pensé en las características que debían tener los primeros lectores del manuscrito, sino que éstos YA tenían esas características, porque elegí a “Henry”, al “Director”, al “Creyente”, a mi hermana Maite (una lectora impenitente) – auténtica “Tía del Hechizo”-, a mi hermano Nacho, periodista de profesión, y a Ana, mi mujer.

Posteriormente hubo otros lectores del manuscrito, unos pocos más (padres, mi tía, algún otro amigo) pero eso ocurrió cuando ya estaba en marcha el proceso de publicación. En un primer momento, allá por el mes de marzo y abril, sólo necesitaba una crítica sincera y reducida.

En general, a todos gustó el Hechizo de Caissa, y las críticas que recibí -juro que aceptadas deportivamente- iban por los siguientes caminos:

1.Estructura capitular demasiado larga. De resultas de esta observación acorté la extensión  (¡ya era la segunda vez que lo hacía!) y dupliqué los capítulos.
2.El tono del narrador sugería un tiempo pasado ausente en el texto. Este asunto me obligó a una rescritura profunda de múltiples pasajes.
3.Duras críticas al lenguaje empleado por los adolescentes de la historia, demasiado “adulto”. Suprimí algunos diálogos, rescribí otros, modifiqué la mayoría.
4.Cientos de correcciones ortográficas. Un consejo: ¡no os fieis de los correctores ortográficos de vuestro procesador de textos! Son incompletos.
5.Exceso de adjetivación: un defecto que no logro quitarme de encima.
6.Errores de coherencia, algunas edades de los personajes y datos cronológicos erróneos, algún queismo, algunas palabras que mis lectores no aceptaban (el vocablo “orgasmiar” no existe, pero yo me negaba a suprimirlo del texto) y múltiples errores de estilo.
7.El final parecía algo precipitado. Como ya comenté, este asunto me costó muchas horas de corrección.
8.Personajes “extremos”, y poco verosímiles, especialmente R y A. Esta observación no la consideré en el caso de R, aunque sí intenté mejorar a A. Pero quiero que R siga siendo un personaje extremo.
9.Me congratula (era una de mis obsesiones) que alguno me dijera que le entraban unas ganas enormes de jugar al ajedrez al acabar la novela, y sobre todo, que incluso para los no ajedrecistas la novela tenía un interés y un atractivo enorme, pese a no saber nada del juego.
10.La novela retrotraía a la melancolía de tiempos pasados, pero chocaba con la necesidad imperiosa de enmarcarse en la actualidad, a tenor de la existencia del ajedrez on-line (internet) en la trama argumental.

Nacho el periodista, Ana la lectora ocasional, y “Henry” el ajedrecista, me hicieron un informe verbal y global, indicando sus impresiones, sus sugerencias, sus peros. Información valiosísima.

El Director y mi hermana Maite se pusieron un traje de faena y cogieron un bisturí. Cercenaron, amputaron, diseccionaron, corrigieron, anotaron al margen, bolígrafo rojo en ristre, correcciones varias en winword con la utilidad “control de cambios” (¡Maite qué pasada de currada te metiste, página a página, línea a línea, palabra a palabra!), proponiendo cambios, sinónimos, mutilando redundancias, limando asperezas gramaticales, acentuando olvidos y olvidando nuestra relación próxima, como auténticos correctores despiadados, objetivos, imparciales. Con vuestra guadaña segasteis la paja sobrante, matizasteis aquel colagge de buenas intenciones argumentales y lo convertisteis en El Hechizo. El Director fue el más crítico de todos, y probablemente con acierto. Nunca le estaré suficientemente agradecido.

Y El creyente, -os recuerdo que era escritor y mi profesor del taller literario al que asistí- después de leerlo y recomendarme unas cuantas modificaciones, después de indicarme que convenía atar unos cuantos cabos sueltos de la historia, después de elogiar y criticar sanamente, me hizo una pregunta que, ahora lo sé, iba a cambiar esta historia y toda mi vida: “¿Te importa si envío el manuscrito a mi agente literario?”

Imaginad mi respuesta.