sábado, 4 de junio de 2011

EL SEGUNDO ALIENTO



”La paciencia es un árbol de raíz amarga pero de frutos muy dulces.” Proverbio Persa.

Anoche asistí a la presentación de la última novela histórica de Simon Scarrow, una de las múltiples ofertas culturales con que nos regala periódicamente la fundación Libertas 7 y el Museo L’Iber. Como siempre, el instructivo acto estuvo genial y aprendimos mucho de la sapiencia de un puñado de genios en materia histórica y literaria (Penadés, Scarrow, Noguera, Posteguillo).

Al finalizar la presentación propiamente dicha y la alocución del autor se pasó al habitual capítulo de preguntas. Entre otras muchas, mi ídolo Santiago Posteguillo formuló una relacionada con la preparación y programación en el proceso creativo de la redacción. Scarrow respondió que él necesita veinte minutos para poner “la máquina a funcionar” (no es trascripción exacta sino libre interpretación mía, aunque la respuesta fue algo similar) y ponerse a redactar con “inspiración”. Esos veinte minutos es el tiempo que necesita para “calentar” antes de crear algunos de los pasajes que conforman su extensísima producción literaria. Comentaba que antes de ese tiempo le costaba encontrar el hilo y que después de ese calentamiento el teclado lo poseía. Me recordó a aquello que decía Dalí de procurar que las musas te pillaran trabajando…

Como debido a mi lesión en el hombro (que ya narré en entradas anteriores de este blog) estoy acabado para la práctica activa de los deportes que más me gustan (balonmano, judo…, ¡menos mal que el ajedrez sí puedo practicarlo!) hace ya años que lucho contra el envejecimiento biológico practicando actividades aeróbicas, como por ejemplo la carrera. De vez en cuando se me mete entre ceja y ceja correr una media maratón (de ahí no paso) y entreno tres o cuatro veces por semana para lograr acabar esos 21097 metros con cierta dignidad. Rememoro algunas de mis experiencias en ese ámbito. Me disfrazo de corto pero sin demasiada ostentación, pongo el crono en marcha y comienzo a correr a ritmo más bien moderado. Los primeros dos o tres kilómetros son dolorosos, odiosos, repugnantes, me asfixio, me cisco en la salud y el deporte, pienso en abandonar recurriendo a mi extenso catálogo de excusas precocinadas (el viento, mejor corro por la mañana que seguro que me apetece más y es absurdo sufrir de esta forma, es que me duele un poco el abductor, che tú no te engañes que correr es cosa de cobardes, casi mejor corro sólo la mitad de lo que tenía pensado y mañana ya seguiré…), y tengo que hacer un considerable esfuerzo de autodisciplina. Pero pasados esos primeros quince o veinte minutos (¡veinte, qué coincidencia, como decía Scarrow!), me olvido de todos los dolores, del flato (un oportuno invento psicosomático para tener la justificación perfecta para abandonar), marco un ritmo más vivo y estable, y comienzo a ocupar mi mente en otros mundanos asuntos sin pensar en todo lo negativo de la carrera. Fisiológicamente eso es lo que técnicamente se denomina “segundo aliento”. Al principio exigimos al organismo que la “máquina” (los sistemas cardiorrespiratorio y muscular, fundamentalmente) actúe con efectividad (que no eficiencia) ante un brusco requerimiento energético para el que no está preparado en ese momento. Por eso sufrimos tanto al inicio. Es el tiempo que tarda el organismo en optimizar sus funciones corporales, el tiempo de “demora” que se llama. Después los órganos responsables de la respuesta se adaptan rápidamente a la nueva situación y reestablecen el equilibrio bioenergético por lo que tenemos la sensación de que “ya estamos bien”. Eso es el segundo aliento.

Y parece que para la creación (¿literaria?) ocurre algo parecido. Es cierto que a veces tienes una idea y corres a escribirla por si se te “escapa”, pero cuando te planteas la escritura como algo más que un mero pasatiempo, son mucho más frecuentes las ocasiones en que necesitas un largo periodo temporal para redactar algo decente.., y probablemente los primeros veinte minutos sean muy improductivos. Son el calentamiento del escritor, por así decirlo. Y demasiadas veces nos rendimos con una excusa del tipo “hoy no estoy inspirado”, o “yo no sirvo para esto, no se me ocurre nada”. Perseverar es muy ingrato, pero muy productivo a largo plazo. De hecho he llegado a elaborar una teoría que podría resumirse en esta frase: para la creación literaria es menos importante la genialidad que la perseverancia.

O a lo peor es una burda excusa para justificar que no haya escrito nada en dos años. Quiero hacerme creer que no es por falta de capacidad, sino por falta de dedicación.

Pero, ironías al margen, sí que da para reflexionar la observación de Scarrow. No me cansaré de defender el valor del esfuerzo, de la perseverancia, del stajanovismo más exacerbado (referido a la teoría piramidal que propugna la calidad sobre la base de la cantidad de trabajo, y no relacionado con tendencia política alguna), incluso de un sano sufrimiento inicial (sí, lo he dicho, sufrimiento, ya sé que es políticamente muy incorrecto, que suena trasnochado, pero así lo pienso) y de dar la voz de alarma ante la tendencia social que afirma que el esfuerzo es indeseable.

En su día ya escribí sobre ello. Os invito a repasar mi opinión al respecto, pulsando en el enlace. No quiero hijos de la inmediatez. Prefiero “perder” (¿invertir?) veinte improductivos minutos para alcanzar -sin rendirme- el segundo aliento.

martes, 24 de mayo de 2011

ENTREVISTA EN EL PROGRAMA ENCONTRES DE CANAL 9

En el enlace podéis ver la entrevista que se emitió ayer en el programa Encontres en la segunda cadena de Canal 9. La entrevista es casi la última, al final del programa.

http://www.rtvv.es/va/encontres/Encontres-Cap_13_486081399.html

sábado, 30 de abril de 2011

TECNODROGAS


"¿Por qué esta magnifica tecnología científica, que ahorra trabajo y nos hace la vida más fácil nos aporta tan poca felicidad? La respuesta es esta, simplemente: porque aún no hemos aprendido a usarla con tino." Albert Einstein

"La tecnología no nos ahorra tiempo, pero si lo reparte de otra manera."
Helman Nahr

Otro tema polémico, lo sé. Y de nuevo no he podido resistirme a poner ambas citas, porque se complementan, e ilustran perfectamente lo que quiero decir.

En El Hechizo de Caissa, Roberto recela abiertamente de las bondades de las nuevas tecnologías. Hay muy poco autobiográfico en ese personaje, pero yo estoy muy de acuerdo con él. Lo llamo las tecnodrogas.

Cuando ya el cannabis, la coca e incluso el mismo tabaco comienza a decaer en los gustos y hábitos de consumo social (eso quiero creer), irrumpe en nuestro estilo de vida la tecnodroga. Disfrazada de adelanto tecnológico esta manifestación de la debilidad humana (admitámoslo, mucho de eso hay) se ha hecho un hueco en nuestras vidas, en nuestras casas, en nuestras familias, tanto o más como en su día lo hicieran la televisión o la radio. 

Es bastante lógico. Ya nadie (muy pocos) escriben con pluma o con máquina de escribir, ya es difícil encontrar algún melancólico mohicano sin teléfono móvil, y el saludable hábito de la orientación en nuestros viajes (o tal vez preguntar a los lugareños por aquello de socializarnos) ha dejado paso a los navegadores (adiós a los mapas).

Hasta ahí, todo muy bien. Yo soy el primero que tengo teléfono móvil y trabajo en ordenador. Incluso acepto a regañadientes que puede ser entretenido dedicar algún rato de esparcimiento a los videojuegos. Pero el problema reside en la palabra necesidad, ese vocablo con el que los productores de estas tecnologías nos engañan sin ningún pudor y que nosotros creemos a pies juntillas.

Como soy profesor de educación física y me preocupa sobremanera el sedentarismo galopante de nuestra sociedad y nuestra infancia, no puedo por menos que declararme enemigo público de todas las video - consolas del mercado. Psicólogos habrá que denunciarán el incremento de síndromes de déficit de atención, patologías derivadas de problemas relacionales y psicodolencias variadas entre nuestra juventud. Como los psicólogos opinan de casi todo, hemos desarrollado el vicio de hacerles poco caso, o ninguno. Pero esta vez tienen razón. Y yo no necesito que me lo digan ellos. Lo veo todos los días entre mis alumnos. Son tecnodependientes. Y que la obesidad mórbida supere ya en nuestro país el 17% de la población escolar, la escoliosis debida a malos hábitos posturales ya sobrepase el 20%, y me atrevo a elucubrar que más del 95% desconocen qué es el esfuerzo físico (sí, lo digo con todas las letras y con conocimiento de causa), no puede deberse únicamente a las hamburguesas y el sillón-ball. El problema de las tecnodrogas es la ingente cantidad de tiempo que restan a otras actividades, de carácter formativo o motriz. Detalle que los fabricantes de estas tecnologías olvidaron indicarnos. Calculadlo. Miles, incluso en algunos casos decenas de miles de horas anuales. ¿Exagero? Si lo pensais es porque no trabajais con niños y adolescentes.

Claro que igual tenemos que entonar el mea culpa y reconocer que nos viene muy bien tener entretenidos a los nenes delante de la pantalla, embutiéndose de gérmenes de violencia y agresividad (¿que no? ¡echad un vistazo a los videojuegos!), mientras nosotros trabajamos para ganar mucho dinero que nos permita utilizar un navegador en el coche (aunque sólo hagamos un viaje al año), un móvil de última generación que hace mil filigranas que jamás necesitaré, o poderme pagar una blackberry de esas tan chulas, que tienen mil ventajas (QUE YO NO NECESITO) en comparación con los modelos más antiguos.

El colmo de los colmos. En una habitación tres personas se comunican ENTRE ELLOS mediante mensajes de texto enviados desde sus blackberrys. ¿Ciencia ficción? Os lo juro. Lo he vivido.

Ya está bien de tonterías. Una cosa es la descomunal potencia de nuestra tecnología. Otra es la auténtica necesidad que tenemos de ella. Y otra muy diferente es la estupidez, la moda, el autoengaño en el que caemos cada vez que fulanito o menganito o esa reputada marca tecnológica nos dice que la “vanguardia tecnológica” obliga a adquirir tal producto.

Ya os oigo hablar de las maravillas tecnológicas, de la cantidad de esfuerzos que nos evitamos (discrepo respecto a la bondad de esta afirmación, y precisamente la responsabilizo del actual estado de las cosas: suprimir el esfuerzo es el grave error que aún no hemos querido reconocer), de la cantidad de tiempo que nos ahorramos... ¿Ahorrar tiempo? Esa es la falacia. Releed la cita de Nahr. Eso es falso. Nos cuesta mucho menos producir un texto escrito, reunir información, realizar operaciones matemáticas, pero (contad, por favor, contad) la cantidad de tiempo que dedicamos a utilizar (y aprender) esa tecnología nos tiene totalmente absorbidos. Pero nos cuesta reconocerlo. Contad, contad. Y de la inversión económica, ni hablamos.

Tecnodrogas. Adictivas. Roberto tenía razón.

Imagino un aluvión de comentarios reprobadores a este post. Os espero con los guantes puestos.

domingo, 24 de abril de 2011

EL HECHIZO DE CAISSA EN RNE

Esta mañana, en la sección En Jaque del programa "No es un día cualquiera" de RNE, Leontxo García ha recomendado El Hechizo de Caissa.

Aquí os pego el enlace del audio, con toda la sección En Jaque.

http://www.rtve.es/alacarta/audios/no-es-un-dia-cualquiera/no-es-un-dia-cualquiera-korchnoi-un-genio-octogenario/1081769/

viernes, 22 de abril de 2011

BYE BYE, MR CHANCE


Lo mejor del mundo lo han hecho siempre los diletantti, los que hacen las cosas por deleite, por amor, y no por obligación o rutina”. Gregorio Marañón.

En mi época de opositor (¡qué lejos queda!), yo frecuentaba la biblioteca buscando el silencio y la concentración, no los libros. Llegaba cargado con los apuntes, con rotuladores marcadores fluorescentes, una botella de agua mineral, chicles y un folio con una tabla de programación, donde llevaba marcados los temas que tenía que memorizar en cada sesión. Me sentaba allá donde encontraba sitio y compartía mis silencios con el de otro centenar de estudiantes, algunos universitarios, unos pocos escolares, y supongo que un puñado de otros opositores a los que odiaba silenciosamente deseando que se presentaran a otros “cuerpos”, a otras “especialidades” o a otras convocatorias diferentes a la mía.

Un día levanté la cabeza de entre los temarios que me ocupaban y observé la sala. Un minuto después me pregunté si aquello era una sala de estudio o una biblioteca propiamente dicha. Sólo un hombre de mediana edad leía un libro. Todos los demás “opositábamos”. Bueno, vale, había una pareja de enamorados haciendo -con sus apuntes y bolígrafos, con sus manos, con sus miradas, con sus labios- de todo menos estudiar, pero eran una excepción. Sólo aquel caballero leía. ¿Qué leía? Me levanté y me acerqué disimuladamente para ver qué libro era. Dumas. El Caballero de Harmental.

Desde entonces, en cada una de mis visitas realizaba el mismo escrutinio. Y casi a diario (pocas veces no coincidíamos) allí estaba el caballero a quien bauticé  (¿por qué será?) Harmental. Claro sólo mi diálogo interno lo llamaba así. Harmental siempre estaba leyendo novelas. Pocas veces lo sorprendí leyendo otra cosa que no fueran historias. Nunca, más bien. Ni ensayos, ni poesía, ni prensa, sólo novelas. Pero lo más sorprendente no era el género que leía, sino que siempre estaba sentado en la misma mesa, en el mismo asiento. Llegaba con su libro en la mano después de recogerlo de la estantería y se sentaba a leer durante horas. Cuatro horas. Siempre cuatro horas. Cuatro horas, ni una más ni una menos.

Me fascinaba lo puntual, lo metódico (la parsimonia con que pasaba las páginas, el ritmo acompasado de su respiración, cómo depositaba el libro en la mesa cuando se ausentaba unos minutos en los servicios...), lo pulcro que era. Y comencé a madrugar para coger sitio de los primeros, siempre muy próximo a su sagrada ubicación.

Al principio no intimamos mucho, pero con el tiempo él me saludaba sonriendo cada mañana, y poco después comenzó a hacerlo con un buenos días, y más adelante me preguntó que qué estudiaba, y meses después salíamos de la biblioteca a la misma hora. Y poco a poco fuimos conociéndonos ajenamente (sin saber nunca nuestros nombres). Y con el tiempo supe que era un hombre asqueado del mundo que se refugiaba en la lectura para evadirse de un oscuro pasado que nunca me confesó pero que yo podía intuir en su melancólica conversación. Y cuando yo le pregunté si no creía más útil intentar ocupar su vida en otras ocupaciones que no fuera la simple y rutinaria (¡diaria y cronometrada!) lectura de novelas, él me contestó:

- ¿Rutina? ¿Cómo crees que viven la mayoría de los que nos rodean? Inmersos en la rutina, no lo dudes. Yo sí he vivido una vida real insulsa y rutinaria. Ahora vivo miles de vidas falsas, pero apasionantes.

Y yo suspendí la oposición. Algo tendría que ver el hecho de que comenzara a dividir mi tiempo de permanencia en la biblioteca en dos partes simétricas: estudio de los temarios y lecturas de novelas.

Harmental, a quien rebauticé con el tiempo como Mr Chance recordando una película de finales de los 80 que me impresionó, desapareció un día y yo sentí que mis visitas a la biblioteca ya no eran lo mismo. Porque su presencia era parte integrante de la misma.

¿Dónde estás Mr Chance?

sábado, 16 de abril de 2011

GÉNEROS, CAJONES y PÉRDIDAS.

“Todos los libros pueden dividirse en dos clases: libros del momento y libros de todo momento.” John Ruskin

Quiero creer que clasificar la literatura por géneros es una necesidad de mercado más que una ociosa ocupación del lector.., o del escritor. Es decir que el vendedor estima conveniente llamar a Los Pilares de la Tierra, por poner un ejemplo, novela histórica, por motivos organizativos y/o mercantiles, aunque también lo haga con Africanus y con El Código Da vinci. En fin, no hace mucho que conversaba sobre esto con unos amigos, y llegamos a la conclusión de que a veces el contenido del libro poco tiene que ver desde el punto de vista literario con el género que se le asigna, pero es apropiado (¿para quién?) desde el punto de vista comercial.

En esa tertulia también hablamos sobre las modas y el desprecio que se tiene a determinadas novelas por su pertenencia a un género concreto. Absurdo, pero cierto.

Y qué decir de las subcategorías que verbalmente asigna, no ya el crítico o el literato, sino el lector: una de griegos, una de catedrales, una de vampiros, una de asesinatos, una de magia. Eso ya me parece excesivo e insultante. Pero somos así de simples, yo el primero (mea culpa). Encajonamos una novela, o un autor, en un estilo (ni siquiera un género) pasando por alto la calidad de la novela o mil detalles colaterales que la definen mucho más que el “tema”. ¿Es Yo, Claudio, sólo una de romanos? ¿Memorias de Adriano sólo es novela histórica? ¿El Sr de los anillos sólo es una novela fantástica? Absurdo.

Y el problema es que a veces nos fiamos demasiado de esos encasillamientos, de esos clichés, y “a mí no me gusta la novela fantástica, así que no voy a leer...”, “yo no soporto los ladrillos de novela histórica y ni siquiera me planteo darles una oportunidad que yo no sé de historia...”

Vale, que de algo nos hemos de fiar, ya sé. Pero no creo que sea más lógico rechazar una opción concreta por su pertenencia a un pretendido género (a veces impreciso) que por la calidad misma de la novela.

¿Es el Hechizo de Caissa una novela de ajedrez? Quienes la han leído podrán opinar, pero me parece absurdo rechazar su lectura porque se piense que sólo habla de ajedrez, lo cual está muy alejado de la realidad.

Es una novela. Es narrativa. Cuenta una historia. Y punto. Hasta acepto que se pueda catalogar como ficción.

¡Ficción! Ese género impreciso en el que cabe cualquier mentira (todo, siempre que sea verosímil). Eso que Marías llama “falsedad emocionante”. Porque al lector de ficción, y a mí también, no le interesa la veracidad, sino vivir a través de los personajes experiencias que NO tiene en su vida real. Quiere mentiras interesantes que le hagan evadirse de su realidad mundana. Vivir vidas paralelas.

¿Ficción? Vaya pedazo de cajón de sastre. ¿Acaso no es ficción toda (o casi toda) la narrativa?

Y hasta esto de la ficción me parece injusto. Valorar las novelas por su “tema” o su género es sesgar en demasía su auténtica naturaleza. Es encasillar injustamente al autor. Es olvidar que la única forma de apreciar la calidad de una novela es leerla. 

Nuestra manía taxonómica, la obsesión que tenemos por clasificarlo todo, nos oculta fabulosas maravillas literarias... Qué lamentables pérdidas.

jueves, 14 de abril de 2011

EL HECHIZO DE CAISSA EN EL PAIS

Hoy 14 de abril, en la sección de ajedrez de Leontxo García de EL PAÍS, aparece una reseña de El Hechizo de Caissa, tanto en la edición digital (que le ve mucho mejor y pego abajo el enlace) como en papel (os pego el artículo escaneado).

http://www.elpais.com/articulo/agenda/hechizo/Caissa/elpepigen/20110414elpepiage_5/Tes

CALOR, ENCUENTROS Y CULTURA

Casi siempre la relación entre autor y lector es fría y distante. Es lo que tiene que el escritor apenas tenga ocasiones de interactuar con sus lectores. Pero en las ferias de libros este encuentro se produce en un ambiente de cercanía y calor cultural. Este fin de semana pasado, el calor no sólo fue cultural, pero el encuentro fue mucho más que satisfactorio. Una experiencia irrepetible (¡aunque me encantaría repetirla!). Firmé muchos ejemplares en la caseta de la Librería Bibliocafé el sábado, y el domingo se agotaron las existencias en la caseta de la Librería Gaia, vendiendo (y firmando) todos los ejemplares. Aquí os dejo unas cuantas instantáneas del evento, cortesía de JCiriaco. Mil gracias.




viernes, 8 de abril de 2011

FERIA DEL LIBRO DE VALENCIA

Por si a alguno le interesa, este fin de semana comienza la Feria del Libro de Valencia, en Viveros. Estaré firmando ejemplares de El Hechizo de Caissa, este sábado 9 de abril de 11:30 a 14:00 horas en la caseta de la librería Bibliocafé (nº 45), y el domingo 10 de abril de 12:00 a 14:00 horas en la caseta de la librería Gaia (nº 26).

Un consejo: no dejéis de visitar la Feria del libro. Es una experiencia extraordinaria. Los que habéis leído este blog desde el principio ya sabéis que El Hechizo de Caissa no existiría de no ser por mi costumbre de visitarla todos los años...

martes, 5 de abril de 2011

ENTREVISTA EN RADIO INTER

En este enlace podéis encontrar el audio de una entrevista que me hicieron en Radio Inter.

http://www.intereconomia.com/programa/culturaes/fernando-ortega-autor-hechizo-caissa-culturaes-20110405

domingo, 3 de abril de 2011

OPINIONES, CRÍTICAS Y CONSECUENCIAS…

“Los hombres son criaturas muy extrañas: la mitad censura lo que practica, la otra mitad practica lo que censura; el resto siempre hace y dice lo que debe.” Benjamín Franklin.

No hace mucho me enviaron un gracioso mail, de esos que a veces te alegran la mañana (y que van camuflados entre otros muchos que portan publicidad subliminal, o tendenciosas reflexiones políticas, o virus, o cadenas milagrosas que ralentizarán el fin del mundo, o …) en el que se decía que la contribución solidaria española de ayuda al Japón para la reconstrucción de las poblaciones arrasadas por el terremoto y el sunami consistiría en enviar a un experto equipo de jubilados que se pondrían al otro lado de las vallas a criticar a los obreros encargados de los trabajos. Así hay que encofrar, date prisa que se te seca el cemento, échale una paletada más de tierra que ese mortero no tiene buen color, sube un poco más esa grúa… Era un correo muy gracioso, con fotos incluidas, pero cargado de sabiduría profunda.

Tópicos aparte, sí que es cierto que los españoles (“algunos” españoles) nos deleitamos explicando a nuestros vecinos cómo deben hacer las cosas. Nos encanta criticar, forma parte de nuestro ADN, y no tenemos ningún remordimiento porque siempre tenemos presente que “lo hacemos con la mejor de las intenciones”, que vivimos en un país libre donde “todos tenemos derecho a decir lo que queramos” y que “criticar no hace daño a nadie”. Y a todo esto ayuda ese conocido síndrome de “todos tenemos un seleccionador nacional metido en el cuerpo” o ese otro de “si no quieres que se te critique, no lo enseñes”. Cuando además vemos a personajillos de la farándula, ex_toreros, famosillos ansiosos de cámaras cuya mayor contribución social constituye el fornicio ocasional con algún deportista o artista, vividores que insultan la inteligencia del público y llenan los bolsillos de empresarios sin escrúpulos ni moralidad que se excusan en la diosa “audiencia”, periodistas amarillos (¡qué forma de manchar la reputación de un color tan bonito!)…, y toda una pléyade de impresentables invadiendo nuestros hogares que se permiten criticar a diestro y siniestro sin siquiera pararse a pensar que ellos no dominan la política, o el deporte, o la economía, o la ciencia, y no deberían decir ni esta boca es mía…, y entonces pensamos: Jo, si este payaso se permite decirle a seis millones de espectadores todo esto, si se atreve a convertir su inculta opinión en “información” (permítaseme un instante para vomitar), ¿acaso no puedo criticar yo también?

Es que hemos hecho de la crítica un vicio. Reconozcámoslo. No sabemos de la misa la mitad y de golpe y porrazo somos expertos en conducción deportiva, o sabemos perfectamente cómo aprovechar el barlovento maniobrando con el foque, y dominamos la macroeconomía, y lo sabemos todo de las energías alternativas, y sabemos un “mogollón” sobre vinos y cocina…, y cuando se trata de arte (…como ahí no hay normas, como todo vale, como es una cuestión “personal”…), todos somos genios capaces de valorar las virtudes musicales, o pictóricas, o estéticas de esta o aquella producción, y sabemos que esa obra no tiene ritmo, que el conflicto psicológico de los personajes no está bien tratado, que no se resuelve adecuadamente el desenlace de la trama, que fulanito de tal está espléndido en su papel, muy logrado, y que aquel otro es un quiero y no puedo. Que digo yo que oyendo a alguno no acabas de comprender en cuántas vidas se ha reencarnado para ser un experto crítico de tantas cosas. Ah, a lo peor es que no es un experto. Sólo es un crítico. Pero tiene derecho a criticar…

Y es que cada vez nos cuesta menos anteponer el “yo pienso que…”o el “a mí me gusta…” a nuestra opinión. Y cada vez se nos escapa más eso de “esta obra es una mierda…” o lindezas irreflexivas similares. Y cada vez nos sentimos más seguros convirtiendo opiniones en críticas.

Yo era consciente de que El Hechizo de Caissa sería criticado y que no habría unanimidad en el dictamen. No lo hay ni siquiera con obras maestras, ni con best-seller, ni con los clásicos, ni… Claro. Deseaba críticas rigurosas y objetivas para el hechizo, y creo que hasta la fecha así han sido todas. No puedo sino agradecerlas. De hecho, ya he narrado anteriormente en este blog cómo las críticas mejoraron ostensiblemente la calidad del texto durante la fase de corrección. ¿Cómo iban a importarme?

Pero curiosamente esperaba una crítica muy concreta: que había demasiado ajedrez. Sin embargo, la crítica más dura que de momento he recibido es justo por lo contrario. Me acusan de no anotar en sistema algebraico una partida de ajedrez que acontece en la novela, y lo consideran un grave error. Yo pensaba que era absolutamente irrelevante, pero no sé…

Otra crítica muy curiosa es la que dice que mis personajes no son “normales”. De Perogrullo. De eso se trataba precisamente. De pintar un lienzo de personajes “raros”. Pero como digo, se ve que el crítico no se percató de mis motivos.., o yo no supe trasmitirlos.

Pensamiento robado a una amiga. El mundo se divide en dos: los que hacen y los que critican a los que hacen.

En algún lugar escuché que cuando tomas una decisión o produces algo nuevo es mucho más fácil asumir las críticas que superar las dudas. Las dudas de realmente cómo lo has hecho. Porque el autor no tiene la suficiente perspectiva para ser un juez objetivo. Pero el crítico muchas veces no conoce las razones del autor. La auténtica duda que me asalta es si sabré discernir las críticas de las opiniones.

¿Opinión o crítica objetiva? ¿Dónde empieza una y acaba la otra?

Y confieso que, pese a sentirme globalmente muy satisfecho, hay una cosa que me deja un poco bluff: precisamente la ausencia de críticas. Ya sabéis aquello de  “es malo que hablen mal de ti, pero mucho peor es que no hablen…”.

Me encantaría, para los que ya hayáis leído la novela, que me enviaseis o publicaseis aquí mismo, como comentario, las sugerencias o críticas que deseéis sobre el hechizo. Seguro que tendrá consecuencias si alguna vez decido volver a escribir.

Vale…, o las opiniones.

CRÓNICA DE LA SEGUNDA PRESENTACIÓN DE EL HECHIZO DE CAISSA

Como ya sabéis, el pasado viernes 1 de abril presentamos de nuevo El Hechizo de Caissa, esta vez en el Bibliocafé, una "casa" amiga. Allí pude disfrutar del apoyo de muchos amigos que estuvieron a mi lado para la ocasión. Jose Milián, Antonio Penadés y otros muchos amigos. Y entre ellos estaba Ariodante, que ha publicado una "crónica" del evento en su blog "La hora azul" y que podéis leer en este enlace:

http://lamiradadeariodante.blogspot.com/2011/04/2-presentacion-en-valencia-de-el.html

sábado, 26 de marzo de 2011

ENTREVISTA EN UPV TV

Os adjunto el enlace de la entrevista televisiva que me hicieron en el programa Campus Link de la UPV TV, emitido el miércoles pasado en el canal 989 de ONO.

http://www.upv.es/pls/oreg/rtv_web.ProgFicha?p_id=1350&p_cap_id=36385&p_idioma=c

viernes, 25 de marzo de 2011

“HUBO UN TIEMPO…”

El mejor regalo que podemos darle a otra persona es nuestra atención íntegra”. Richard Moss

Sospecho que esta va a ser la entrada más polémica (hasta ahora) del blog. En parte por mi inusual tono, y en parte porque yo sé mejor que nadie que “generalizar es de idiotas”. Así que que no se sientan aludidos quienes no lo sean...
Hubo un tiempo en el que mis/tus padres jugaban al ajedrez conmigo, y al dominó, o al parchis, o al sambori, o al baloncesto, o al futbol, o a las canicas, o... Y enseñaban a sus niños a jugar, a entretenerse, a ocupar su tiempo de ocio en actividades lúdicas de diversa índole. Algunas cognitivas, otras motrices, muchas relacionales, todas compartidas. Y luego llegó el chip, y la sociedad tecnológica, y el progreso, y la “individualidad” (bastante mal comprendida), y la sociedad del bienestar, y el mando a distancia y el teclado omnipotente y omnipresente, y las TV panorámicas y las pantallas multicolores, multimedias, multifuncionales, multi...

ALBERTO: 7 AÑOS
Qué raros son los padres de Juan. Juegan con él. Papá y mamá no juegan conmigo porque tienen que trabajar para poder comprar toda esta tecnología que tengo en casa, para mantener un nivel de vida “moderno”, para dármelo todo y no negarme nada, que eso podría causar una frustración intolerable en mi psique y yo podría desarrollar algún complejo y tendría que ser tratado por especialistas psiquiátricos, y... Y no iba a ser yo menos que los demás. Eso podría alienarme y marginarme y entonces podría ser señalado con el dedo y los niños se reirían de mí, y yo no podría hablar de lo mismo que hablan ellos y... Y papá no podría resistir ser “el único” que no me concedía lo que todos los niños tenían. Y ahora ya no juego con papá ni con mamá, pero no hay problema porque tengo una consola de última generación con la que soy un niño integrado y moderno, y ya me paso el nivel 12 del "Muerte en el distrito caníbal", y además no sufro la frustración de mancharme la ropa, de que me peguen los niños en la calle, de lesionarme las rodillas, de pasar frío en las inseguras calles (¡qué miedo!), que papá dice que prefiere verme en casa, yo allí, mirando horas y horas mi super pantalla multifuncional y desarrollando una espectacular destreza con los dedos (en mi fabuloso teclado, o mi joystick, o mi gamepad...), y me comunico modernamente con mis amigos (¿quién quiere pasar frío en la calle habiendo Tuenti o Messenger o teléfonos móviles?) y papá me quiere muchísimo, él nunca dejaría que yo pasara miedo, o frío, o me cansara, o sufriera algún percance, aunque eso sí, está muy preocupado porque sufro de un síndrome de atención de no sé qué, y porque el psiquiatra le ha dicho que tengo poca tolerancia al fracaso y porque el dietista le ha dicho que tengo obesidad mórbida (seguro que es por lo mal que como en el cole, porque mamá, en casa, me da todo lo que le pido), y yo soy feliz con mi consola, mi PC (que no pez, léase bien), mi móvil 3G última generación, con mi TV por satélite en mi cuarto, y papá me quiere mucho... Y no digamos mamá...Aunque yo sospecho que papá y mamá sufren por verme sólo tanto tiempo y por eso tienen remordimientos y por las noches viene a hacerme los deberes (ellos dicen a “ayudarme”, pero me basta con decirles “no sé” para que los hagan ellos) que no quieren que acabe el día sin hacer algo conmigo. ¡Me quieren tanto...! Pero qué pesados se ponen a veces con eso de que lea. ¿Para qué? Leer es muy cansado y hay que esforzarse. Con mis videojuegos todo es más fácil, ¡y yo soy un experto! Y además tengo derecho a divertirme ¿no?

JAVIER: 45 AÑOS
¡Qué feliz es Alberto! ¡Qué bien se lo pasa! Me preocupa que saque malas notas. Tendré que hablar con los profesores, porque él, en casa, hace los deberes perfectamente. Y dicen que no es autónomo. ¡Vaya tontería! Si se pasa el día sólo en casa. Eso sí, le reconozco al profesor que Alberto lee muy poco. No le gusta leer. Ah, ya se sabe que al que no le nace... Pero no voy a forzarlo. Sería contraproducente. Menos mal que no le gusta el deporte. ¿Para qué? Quita, quita, vaya rollo, entrenamientos, partidos, etc... Que yo también tengo derecho a descansar el fin de semana, después de toda la semana trabajando como un burro para educarlo y que no le falte de nada... Por cierto, la semana que viene es su cumpleaños. ¿Qué podría regalarle? Si es que tiene de todo este niño...


“Educando, nuestras omisiones son mucho más graves que nuestros errores” pensó Roberto.

Si no sabes quien es Roberto ¿a qué esperas para leer el Hechizo de Caissa?

PRESENTACIÓN DE EL HECHIZO DE CAISSA

De nuevo presentaremos la novela, esta vez en el Bibliocafé (C/ Amadeo de Saboya 17, junto al estadio de Mestalla), un escenario fabuloso para estos menesteres, donde se respira literatura y amistad..,  a partes iguales. Será el próximo viernes 1 de abril a las 19:30. Para ello contaré con la inestimable ayuda de dos grandes amigos: Antonio Penadés y Jose Milián. Os espero.

viernes, 18 de marzo de 2011

“A MÍ, BRIBONES, VENID A PROBAR EL VALOR DE MI ESPADA…”

”Fue un hombre valiente el primero en comerse una ostra” Jonathan Swift.
“Hace falta más valor para sufrir que para morir” Napoleón Bonaparte.


Hoy no me he podido resistir a poner las dos citas. No podía elegir. Es curioso. Un ajedrecista ¡que no sabe elegir! (os recuerdo que el ajedrez es la mejor escuela de la decisión).

Cuando leíamos en nuestra infancia novelas de aventuras (y si no lo hicimos o no lo hacen nuestros hijos ¡aún estamos a tiempo!) teníamos muy claro el concepto de valor. La literatura nos imbuía de fantasiosas situaciones peligrosas donde había que sacrificarse para vencer en la batalla, o nos sometían a tortura quemándonos los ojos para neutralizar al correo del zar, o realizábamos proezas atléticas, o atacábamos la falange erizada de lanzas, desnudos con un simple acero en la diestra, o nos enfrentábamos en duelo singular contra algún Goliat que pretendía esclavizar a la doncella, o… El valor era un valor (curiosa y sospechosa redundancia) que se nos presentaba en forma de acto heroico y sólo eran valientes éstos, los héroes.

Y después crecimos. No había batallas campales, ni duelos singulares, ni torturadores que intentaban sonsacarnos la secreta información, ni Termópilas, ni todos para uno y uno para todos,... Y aunque nos cueste trabajo extrapolar situaciones literarias fantasiosas a “la vida real” algunos sí somos capaces de identificar el valor.

Yo lo veo cuando alguien se opone a lo que cree injusto en contra de la acomodaticia opinión de la mayoría. Y hoy día todavía más, puesto que vivimos en una sociedad que prioriza el sentido democrático por encima de todo lo demás, y lo que dice la mayoría es sagrado. Así que aquí va mi reconocimiento para los que tienen el valor de discrepar de lo “políticamente correcto” o lo “normal”.

Veo valor en los que se atreven a crear, a innovar, a hacer cosas diferentes. Veo valor en el arte, ese concepto tan denostado en esta nuestra sociedad matemática, cibernética, descreída y científica, que sólo lo que puede diseccionar, comprobar, categorizar y explicar con una ley lo considera válido. Pintar, construir, crear, escribir, son manifestaciones artísticas en franca decadencia. Todos nos sentimos acreditados (¡libertad, libertad, libertad!) para criticar el arte, para vituperar a los creadores, para condenar a quienes tienen el VALOR de hacer algo nuevo. Y no sólo pasa con las “artes” reconocidas. Criticamos cualquier innovación de un compañero en nuestro entorno laboral, cualquier iniciativa que “chirríe” en nuestra cosmovisión predeterminada por ese monstruo llamado “socialización” y alimentado por los mass-media y las modas. Y ese monstruo articula un mecanismo defensivo contra todo lo que atenta contra sus sacrosantos principios de inmovilismo cultural: el frikie. Estigmatiza a los “diferentes” por una única razón. Porque tiene miedo a lo desconocido. Y a veces somos tan previsibles que cuando “el monstruo” nos dice que esto, aquello, este, aquel, esa película, ese libro, esa pintura, esa idea, …, es diferente, reaccionamos tratándolo de frikie.

Eso sí, cuando el frikie ya se ha comido la ostra y no se ha muerto, entonces lo encumbramos. Y todos comemos ostras. O somos tan hipócritas que le restamos valor a su idea, o decimos que “yo estaba a punto de hacerlo”.

¿Pan y Circo?. Seamos normales. Pero no olvidemos que los anormales son los creadores. Los auténticos motores de nuestro mundo. Mozart fue un frikie ¿no? Y Da vinci. Y Verne. Y … ¿se os ocurre alguno más? A mí muchos…

Y ahora imaginemos la potencia alienadora de ese monstruo cuando el “raro” apenas tiene diez o doce años, y le señalan con el dedo por hacer cosas poco comunes. Por no gustarle pegarle patadas al balón y preferir el clavicordio, o la hípica, o el ajedrez… Y él, sigue haciéndolas pese a saberse portador de esa etiqueta, la del frikie.

Eso sí es valor.

De ese tipo de valor se habla en El Hechizo de Caissa.

domingo, 13 de marzo de 2011

EL DIFUSO CONCEPTO DE LA DEPORTIVIDAD

”Lo más importante del deporte no es ganar, sino participar, porque lo esencial en la vida no es el éxito, sino esforzarse por conseguirlo” Pierre de Coubertin.

Os veo. Alguno ha sonreído al leer la cita del barón. ¿Trasnochada? Supongo que sí, porque aunque nuestro discurso sea otro, muchos piensan que el éxito lo es todo en la vida. O al menos dirigen sus vidas en busca de él.

Resulta paradójico que el fair-play, la deportividad, pertenezca al mismo campo semántico del deporte y que éste se fundamente en el agon, esa pulsión incontrolable que nos empuja a hacer todo lo posible por vencer en la contienda deportiva. Porque “todo lo posible” puede parecer demasiado o no, según el concepto de”deportividad” que nos posea (“yo tengo ideas, pero mis creencias me poseen”).

Imagino (¡lo sé!) que el romanticismo está mal visto y que hoy es deportivo todo aquello que el reglamento permite. Al fin y al cabo vivimos en una sociedad que pregona a los cuatro vientos la bondad de las leyes como garantes del buen proceder deportivo. ¿Acaso no vivimos en un entorno claramente “judicializante”? “Es legal”.“Es lo que marca el reglamento”. “El comité de competición decidirá…” "Ah, si el árbitro no lo ve...". "El deporte es para los pícaros..." "Vale, pero es que mi rival también ha jugado sucio así que..." ¿Cuántas veces hemos oído éstas o similares frases?

Reflexionad sobre lo absurdo que es que algo sea deportivo porque está aprobado por un reglamento (o una lista de productos “legales” que ni siquiera comparten diferentes federaciones de un mismo deporte), y hasta qué punto, animados por la prensa deportiva, hemos judicializado el deporte. A mí me parece lamentable. A muchos les parecerá necesario. Yo creo que desvirtúa la esencia del fenómeno lúdico que es el deporte. Sí, sí, he dicho bien: fenómeno LÚDICO. Todo lo demás (espectáculo, negocio) es y debe continuar siendo secundario. Y si no, así nos luce el pelo...

Lo sé. Soy un dinosaurio. Pero siempre he pensado que donde el sentido común es suficiente, sobran las leyes escritas. Y en el deporte (seguramente por la dimensión mediática que ha alcanzado) parece que además de los reglamentos que impiden al jugador tocar la pelota con la mano, o tocar la red en el remate, o enrocarse cuando ya se ha movido el rey, también son “necesarios” comités para decidir si las alegaciones son pertinentes, si aplicar una sanción cautelar, o para determinar cuántos gramos de una extraña sustancia son o no son trampa. Vale., hay mucha pasta en juego. ¿Y en el deporte de base y aficionado? ¿También es necesario todo eso? ¿No basta con el sentido común?

En el Hechizo de Caissa se presenta un planteamiento del tema que sé que no va a ser demasiado popular. Pero me da igual. Es lo que piensan mis personajes. Es lo que pienso yo.

martes, 8 de marzo de 2011

CRÓNICA DE LA PRESENTACIÓN DE EL HECHIZO DE CAISSA

Por cortesía de mi amigo Josep, escritor y camarada de aventuras literarias, aquí tenéis la crónica que ha hecho de la presentación del día 3 de marzo en el museo L'Iber, publicada en La Revelación.
¡Muchas gracias, Josep!

http://www.larevelacion.com/presentacion-en-valencia-de-el-hechizo-de-caissa-de-fernando-ortega-l%e2%80%99iber-3-de-marzo-de-2011/

viernes, 4 de marzo de 2011

UNA TARDE LLUVIOSA DE MARZO

(SI LEES HABITUALMENTE ESTE BLOG, YA TE LO SABES ¿o no?)

Es la propia naturaleza la que nos impulsa a amar a quien nos ha dado la vida”
Marco Tulio Ciceron.

El aguacero me sorprendió cruzando la plaza de la Virgen. Salticando los charcos me inundó el temor a resbalar y caerme, y estropear la chaqueta que estrenaba para la ocasión.

P y C miraban nerviosos el panel luminoso. C pasea nerviosa su mirada por la terminal. P maldice a los demonios, a los pilotos, a los auxiliares de vuelo, al mal tiempo, y a la mala cara del sobrecargo que le dice que no puede hacer nada.

Llegaba unos minutos tarde y mi editora me recibió sonriente. Todo estaba preparado: el cartel anunciador, los micrófonos, los asientos para la mesa presidencial, la botellita de agua para hidratar las gargantas de los ponentes...

El reloj de P se desgasta de tanto que su dueño lo mira. C le dice a P que esté tranquilo, pero ella no deja de mirar el texto del DEPARTURES. Parece querer aprendérselo de memoria, pero no, sólo escruta la línea del vuelo 725 rumbo a Valencia. No sale. No sale.

Comienza a llegar la gente y todos me saludan y preguntan si estoy nervioso. Yo contesto distraídamente que no hay nervios, que en peores plazas he toreado, bla,bla,bla y que sólo es una reunión de amigos. ¿A quién quiero engañar?

Llamada para el vuelo 725 vuelo a Valencia. Embarque por puerta 5. Gate 5. C no escucha la traducción al inglés. Las piernas maltrechas de C se arrastran persiguiendo al nervioso P, que olvida que va acompañado. “Vamos Mari”, le dice. Nadie le ha explicado que el avión no despegará por mucho que él corra en el embarque.

Saludos, besos, alguna asistencia inesperada. Viejos amigos y nuevas cordialidades. Las sillas de delante reservadas. ¿Para quién? Uno de los ponentes se retrasa. Es una tarde lluviosa del marzo levantino. Tráfico. Manifestaciones en las calles. Semáforos que no funcionan. Retraso previsto. La cortesía, ya sabéis... Esperemos diez minutos.

Última llamada para el vuelo 725. P maldice a los últimos pasajeros que embarcan. Seguro que el retraso es por su culpa. M le dice que se tranquilice, pero ella no deja de mirar el reloj.

Llega Antonio. Rápidas y últimas presentaciones. Respetuosos, los jóvenes ceden sus asientos a los mayores. Muchos se quedan de pie. Asientos vacíos en la primera fila. Son los reservados. Llega el anciano Maestro. Una butaca es para él. Le saludo y le digo (al oído y bien cerquita) “ya podemos empezar”. No falta nadie. Mi voz no delata nerviosismo, sino inseguridad en esta última afirmación.

El despegue ha sido brusco, hay turbulencias y la lluvia azota la ventanilla lateral, pero el único miedo de P y C es llegar tarde. “Tiempo estimado del vuelo...” escuchan por el altavoz. Sus cerebros comienzan a calcular si llegarán o no. Ambos, al unísono.

Mientras Alejandro recorre la historia del noble arte por los países orientales e islámicos, yo repaso mentalmente mi esquema, como una retahíla repetitiva: “ ¿quién es Caissa?, ¿De qué va El Hechizo de Caissa? ¿Cómo y Porqué escribí El Hechizo de Caissa?,..., ¿quién es Caissa?, ¿De qué va El Hechizo de Caissa? ¿Cómo y Porqué escribí El Hechizo de Caissa?. ...”

P menta a los demonios mientras imperceptiblemente su cuerpo describe un vaivén acompasado, adelante-atrás, como queriendo empujar al avión con la inercia del movimiento. El pensamiento de C vaga, maldiciéndose y lamentando anticipadamente el retraso, sintiendo que le ha fallado. Tiempo restante del vuelo.., quince minutos, ¡todavía!

Miro satisfecho al respetable. Falta alguno, pero los más cercanos a mi corazón están en la sala, o quizás de pie, allí detrás. Atiendo a las palabras de Antonio. Bromeo para romper el hielo cuando me llega mi turno. Mi voz se me antoja extraña. Alex y Dani me miran embobados. Rafa carraspea. Jose acciona el interruptor que ilumina sus cuencas orbitales. Yo bebo agua, me hidrato y comienzo. Los nervios dan paso a las dudas. ¿Será apropiado este chiste? Primera pregunta:¿quién es Caissa? Miro por un momento dos sillas vacías en la primera fila, junto a Rafa. Pero no falta nadie. ¿O sí?

No llevan equipaje. Sólo el bolso de mano. Lo ves P, ya te dije yo que si hubiésemos llevado el equipaje ahora tendríamos que esperar un rato. Corramos. Maldita lluvia. Todos los taxis están ocupados. Allí uno libre. Corre, corre. Calle Caballeros 22. ¡Aprisa, por dios!

Estoy tranquilo mientras planteo el tema. Hablo vehementemente y con pasión de Caissa. Un juego de palabras por aquí, una sugerente provocación verbal... Me miran. En silencio. Me atrevo con un retruécano que quizás no todos entiendan. Asienten. Una pausa que ellos creen que es ensayada, pero es que .., he olvidado lo que sigue. He olvidado lo que quería decir. No se percatan. Disimulo bien, pero interiormente me maldigo por no haberlo preparado mejor, por no haberlo memorizado. Las butacas de la primera fila continúan vacías.

El centro de Valencia bajo la lluvia de marzo. Un infierno para la desesperación que reside en los cuerpos y las almas de unos padres desesperados. Todavía les queda -ellos no lo saben- subir las escalinatas de acceso al museo. Una tortura para las piernas de C. Pero es que además el taxi no puede llevarles hasta la puerta. Los manifestantes bloquean el palacio de la Diputación, héroes reivindicativos bajo la pertinaz lluvia. Último escollo para los angustiados Odiseos.

He arrancado alguna risa aislada. Redoblo mis esfuerzos por cautivarlos y hechizarlos. ¿Lo conseguiré? Me falta chispa y lo sé. El ingenio que me restan..., esas sillas vacías. Me hidrato pasando a la segunda pregunta. ¿De qué va El Hechizo de Caissa?

Entran en la sala jadeando. Se quedan atrás. Las sillas reservadas, vacías siguen, pero el reservado de mi atención les recibe y a punto estoy de caerme de culo al verlos. Menos mal que estaba sentado. Proeza de la noche. Con aplomo disimulo y en lugar de quedarme muerto del asombro... me desmeleno. Han venido. Han venido. ¡Qué locura! ¡Han venido! Ya no hay quien me pare....

Y lo demás, si habéis leído este blog con asiduidad ya lo sabéis. La presentación de El Hechizo de Caissa fue un resumen del mismo. La única sorpresa fue la presencia de P y C, absolutamente inesperada. Lo único que podía faltarme para convertir la noche de ayer en una de las más felices de mi vida.

Pepe y Carmen. Cuyo poso me posee.

miércoles, 2 de marzo de 2011

ENTREVISTA EN RADIO 9. PROGRAMA ALTA FIDELITAT 2 MARZO 2011

Esta misma tarde, sobre las 15:45 se ha emitido por Radio 9 (programa Alta Fidelitat) una breve entrevista que me hicieron por teléfono. Podéis escucharla haciendo click en este enlace donde se recoge el audio de todo el programa.  A partir del minuto 14 comienza la entrevista de unos 5 minutos.

http://www.rtvv.es/va/alta_fidelitat/Alta-Fidelitat_2_436776336.html

lunes, 28 de febrero de 2011

¿Y DÓNDE ESTÁ EL MUSEO L'IBER?

Para que os sirva de ayuda a los que queréis y podéis acudir a la presentación del jueves día 3 de marzo (19:30) en el Museo L'Iber, Calle caballeros 22.



Esta es la fachada de entrada del museo



Dos recomendaciones que se complementan:
1. Aparcar allí es casi imposible (está muy cerca de la Plaza de la Virgen y la Catedral, ¡imaginad!), por lo que os recomiendo venir en transporte público o dejar el coche lejos.
2. No vengáis muy apurados de tiempo. Se prevé bastante público.

Os espero a todos allí.

domingo, 27 de febrero de 2011

AUDIO DE LA ENTREVISTA EN EL PROGRAMA JAQUE CONTINUO

"El problema de las entrevistas radiofónicas es que tienes que responder en un instante preguntas que te pasas la vida intentando responderte a ti misma"
Mafalda.

Aquí os paso el enlace del archivo de audio de la entrevista del miércoles 23 de febrero en el programa de ajedrez Jaque Continuo de Radio Swing. Os cuelgo todo el programa porque intervine también al principio, pero la entrevista propiamente dicha comienza pasada la mitad del programa o un poco más.

http://www.clubescacsrafabayarri.es/2011/Fer/radio.mp3

jueves, 24 de febrero de 2011

HOY SE PUBLICA EL HECHIZO DE CAISSA

Por fin llegó el día tan esperado.  A partir de hoy el hechizo ya es una realidad y podéis encontrarlo en diferentes librerías. El final del camino. ¿O el principio de otro? En parte, eso depende de vosotros.

martes, 22 de febrero de 2011

INVITACIÓN A LA PRESENTACIÓN DE EL HECHIZO DE CAISSA

Aquí tenéis la invitación oficial para la presentación de El Hechizo de Caissa.

ENTREVISTA EN RADIO SWING MAÑANA MIÉRCOLES 23 de FEBRERO

Mañana miércoles 23, a partir de las 20:15, aproximadamente, me entrevistarán en el programa Jaque Continuo de Radio Swing (107.7 del dial). El programa es de 20 a 21 horas, pero la sección de entrevistas comenzará pasadas las 20:15 o un poco más. Jaque Continuo es el primer programa radiofónico sobre ajedrez de Valencia, dirigido por Yago Gallach, editor de la revista Jaque, y acompañado por el MF (Maestro de ajedrez) Carlos García, campeón autonómico. La entrevista, por supuesto, versará sobre la inminente publicación de El Hechizo de Caissa. Una ocasión perfecta para escuchar de qué va y escucharme contestando a las preguntas de Yago y Carlos.
Pongo esta entrada en el blog para que los que queráis escucharla estéis informados y os podáis programar.
Mis lectores de fuera de Valencia (y también los de aquí, si quieren) podéis seguir la entrevista por internet, buscando la web de Radio Swing.  http://www.swingradio.es/

viernes, 18 de febrero de 2011

¿DE QUÉ HABLAMOS CUANDO HABLO DE ESCRIBIR?

”Sólo hay un modo de hacer dinero escribiendo: casarse con la hija de tu editor” George Orwell.

Permítaseme el chiste de la cita y el parafraseo a Murakami en el título de la entrada.

En los últimos meses tres son las preguntas que más frecuentemente me han hecho. ¿Quién es Caissa? ¿De qué va El Hechizo de Caissa? y ¿Por qué lo escribiste? Las respuestas a estas preguntas no son ningún secreto para quien haya leído atentamente este blog, pero aún así, intentaré contestarlas el próximo día 3 de marzo en la presentación de El Hechizo de Caissa. Pero hay una cuarta pregunta que alguno me ha formulado últimamente, mucho más profunda, no exenta de interés: ¿qué es para ti escribir?

Cinco palabras me viene a la mente para responder a esto: liberación, reflexión, creación, obsesión y superación. Y seguramente todas tienen que ver con mi particular experiencia literaria, así que imagino que otros autores elegirían otras palabras.

Escribir es liberarse de prejuicios sin importarte el qué dirán, el qué opinarán de esto o aquello que sugieres en la novela o una cobarde (¿encubierta?) manera de decir lo que en una conversación habitual jamás dirías. Es prescindir de convencionalismos y crear una realidad que ningún lector cuestionará, por mucho que transgreda todo lo comúnmente aceptado. ¿No es el escritor de ficción un mentiroso acreditado? Al fin y al cabo se trata de eso, de mentirle dulcemente al lector.

Escribir es un proceso reflexivo profundo en el que continuamente sometemos a nuestro juicio situaciones, pasajes, personajes y diálogos preguntándonos continuamente si es apropiado, bello, correcto, adecuado, coherente con las formas de hablar de este personaje, con su idiosincrasia, con su estilo, si la acción resulta forzada, precipitada o fluye correctamente, si el tempo y el ritmo atrapa al lector o lo repele, si lo que allí se cuenta es interesante, si conviene quitar descripciones y añadir diálogos o al contrario, si... Y como todo en la vida, las decisiones que tomas sabes que influirán en la calidad del producto final, pero a veces no eres capaz de valorarlo objetivamente.

Escribir es convertirte en un pequeño dios capaz de producir algo inexistente a base de jugar con las palabras, es insuflar vida a una idea en forma de argumento o ver nacer un personaje al que dotarle de personalidad propia, o tal vez crear un microcosmos en el que sumergir a un posible lector. No es extraño, en consecuencia (y eso estoy empezando a comprenderlo ahora) que el autor considere su obra como un hijo, y le duela abandonarlo cuando teclea la palabra FIN (metafórica o literalmente), e incluso a veces sienta por él un cariño tal que modifique la trama argumental acaso porque sufre de verlo abandonado, despechado o moribundo. El escritor inventa, y el editor patenta.

El periodo temporal en que escribes una novela es un paréntesis en tu devenir cotidiano, donde tu pensamiento vaga permanentemente por tu historia creada mientras tu cuerpo trabaja, duerme, y sobrevive a la necesidad de la rutina cotidiana. Deseas que el reloj no corra mientras tecleas, deseas correr a casa a sentarte en tu escritorio, anotas todo lo que te bulle en la sesera, no sea que olvides esa palabra, esa frase, esa idea que acabas de tener, y olvidas tus aficiones, tus citas, tus pulsiones, tus necesidades, olvidas dormir (¿quién lo necesita?), comer, a veces incluso amar o sufrir, y no hay minuto en el día en que no te acompañen tus personajes.

Escribir es sobreponerte continuamente a tus debilidades, tener un norte inalterable que hace nimias las dificultades y levantarte cada vez que caes en la tentación de destruir un borrador, perseverante, continuo, sin descanso. Escribir es decir mil veces y en silencio “puedo hacerlo”, es reírte de los fantasmas que te animan al abandono, es volver una y otra vez a autoconvencerte de tu capacidad, y es empujarte una y otra vez con el argumento de “ya que he llegado hasta aquí…”

Y cuando todo acaba no aciertas a decidir si te sientes más satisfecho por el trabajo realizado o vacío por la orfandad creada.

martes, 15 de febrero de 2011

PRESENTACIÓN DE EL HECHIZO DE CAISSA

El jueves 3 de marzo a las 19:00 en el Museo L'Iber (C/ Caballeros 20-22) presentaremos "El Hechizo de Caissa". La presentación correrá a cargo de Alejandro Noguera, director del Museo, y Antonio Penadés, escritor y mi profesor del taller literario que realicé precisamente en el museo. Os espero a todos. Aunque no será la única presentación, sí será la primera. 

lunes, 14 de febrero de 2011

domingo, 13 de febrero de 2011

RESEÑA DE EL HECHIZO DE CAISSA EN LAS PROVINCIAS

Otra entrada de noticia breve. El sábado 12 de febrero salió publicada una crítica de El Hechizo de Caissa en Las Provincias, edición en papel, páginas de cultura. Disculpad si no se lee muy bien la imagen, pero creo que la reseña da una idea muy clara de lo que es la novela. De todas formas, podéis leerla (resumida) en http://www.lasprovincias.es/v/20110212/culturas/ortega-novela-pasion-ajedrez-20110212.html



viernes, 11 de febrero de 2011

LAS HUELLAS DE LAS LETRAS


”La prudencia de los sabios y la experiencia de las edades acaso puedan ser preservadas a la posteridad merced a las citas” Isaac Disraeli

“Creo en las hadas”. ¿Recordáis Peter Pan?

No ha mucho me preguntaron cuánto había de autobiográfico en El Hechizo de Caissa. Los que habéis seguido este blog y la narración que en él se hace desde el principio sabéis la respuesta a esta pregunta. En realidad hay mucho de sentimientos, percepciones y creencias más o menos ocultas, más o menos reveladas, pero pocas coincidencias entre mis vivencias y las de Marcos o Roberto. Pero sí hay una cosa que puedo gritar bien alto (como los niños de Nunca Jamás): CREO EN EL PODER DE LAS PALABRAS. Y mi personaje preferido de El hechizo también cree en el poder de las palabras. Ambos creemos que lo escrito, las letras, son imprescindibles para preservar el saber popular, y que las citas, los refranes y los dichos aseguran la trasmisión de un saber arcano, profundo y sabio. De ahí que encabece cada entrada de este blog con una cita a modo de preámbulo y/o reflexión, y de ahí que lo mismo haga en los diferentes capítulos de El Hechizo.

Las citas, las sentencias y los refranes pueden parecer pedantería barata, y tienen legiones de detractores, incluso entre los más crueles críticos literarios, pero para mí tiene un poder nemotécnico descomunal, algo así como el poder didáctico del currículum oculto del que hablaba en otra entrada de este mismo blog: parecen triviales, pero dejan huella.

Como soy claramente sospechoso de enarbolar la bandera del “inmovilismo cultural” (absurda acusación, absurdo concepto) y defender a ultranza los usos y costumbres lingüísticos del pasado (creo haberlo dejado muy claro a lo largo de todo este blog criticando abiertamente los argots tecno-modernos) no sé si me creeréis cuando os digo que me aterra un futuro donde nuestro léxico se resuma a un millar de vocablos, donde nuestra memoria no sea sonora (“la musicalidad del refrán, del dicho, de la cita”) y todo sean código binarios, unos y ceros. Seguro que alguno pensará que soy un pesimista apocalíptico y otros muchos me tacharán de…. (“escríbase lo que se quiera aquí”), si digo que me apena cuando me llaman burro o inculto al utilizar expresiones, construcciones, conectores o vocablos del tipo mayormente, en llegando, por mor de, a fuer de, empero, ora bien,… Vaya que reconozco que son arcaicos y poco dados a emplearse en registros lingüísticos cotidianos. Pero la alternativa, los mola un mazo, estas que flipas, etc… me seducen muy poquito. Vale, vale, hay un término medio, lo sé.
Pero siempre nos quedarán las citas como recordatorio de la musicalidad de nuestro lenguaje. Porque cualquiera de los encabezamientos de este blog me impulsa a  reflexionar mucho más que la “customización” del lenguaje. ¿A vosotros no? No mintáis. De hecho muchos de los comentarios que habéis escrito en este blog hacen referencia a la cita más que al texto. Amáis el lenguaje como yo. Os cuesta reconocerlo pero vosotros, como yo, como Roberto, creéis en el poder de las palabras.

Un pequeño recorte:

«Cuenta la leyenda que primero fueron las palabras, y fueron ellas quienes crearon las ideas, los objetos, los seres y los sentimientos. Y que la vida sólo es su molde, su parte visible. Aquí, acaba la leyenda. Entre leyendas y realidades, las palabras emergen, tejen historias, las historias crean vidas y la vida retoma de nuevo la palabra.»

YO CREO EN EL PODER DE LAS PALABRAS ¿Y vosotros?

ENTREVISTA EN LASPROVINCIAS.ES

En la edición de Las Provincias.es de ayer aparece una entrevista que me hicieron en vídeo. Aquí la tenéis.



http://www.lasprovincias.es/videos/plato-lp/entrevistas/784687638001-sopa-letras-fernando-ortega-j100211-0.html

martes, 8 de febrero de 2011

NOTICIA EN EL MUNDO

Una entrada sin cita ni demasiado texto. Una mininoticia.
En la edición de Valencia de El Mundo de hoy 8 de febrero, en las páginas de cultura, sale la noticia de la publicación de El Hechizo de Caissa, la ilustración de la portada que ya conocéis y el extracto de una pequeña entrevista que me hicieron.

LECTURAS

Quizás no haya un día de nuestra infancia que hayamos vivido con tanta plenitud como aquellos que creemos haber dejado sin vivir, lo que hemos pasado con un libro preferido” Marcel Proust.

Recuerdo que mi amigo Antonio, en la primera sesión del taller literario que realicé y del que ya os he hablado en varias ocasiones, formuló una interesante pregunta: si sólo nos dieran una única y excluyente posibilidad, ¿qué preferiríamos: escribir o leer? Casi por unanimidad - y eso que se trataba de un colectivo de escritores o futuros escritores- venció la lectura.

Y es que es así. Al margen del mero placer, la base de un buen escritor (o no tan bueno, no importa) son sus lecturas. Aprendemos de cómo escriben otros fijándonos en su tratamiento de los personajes, en cómo estructuran la trama, en las construcciones de las frases, en las descripciones, en los detalles que registran, en su léxico, en los registros lingüísticos que emplean según los momentos y los casos, en los argumentos que nos presentan, en sus diálogos, en la estructura temporal de la acción, en el tono y la forma, en... mil detalles que te convierten no sólo en un simple y pasivo lector (¡la lectura NUNCA es pasiva!), sino también en un estudiante de la escritura. Incluso tengo buenos recuerdos de algunos libros, no porque me gustase la historia, sino porque la estructura, o el epílogo, o un personaje concreto me impresionó, y tomé nota mental (o escrita) de ello. Es la diferencia entre leer para disfrutar y punto, o leer para disfrutar.., y para aprender a escribir. Por que no existe escritor autodidacta, ya que todos hemos aprendido de lo leído.

Creo sinceramente en la lectura (en el hábito continuado de leer) como el sustrato principal de la cultura. Y no acepto que las nuevas formas de aprendizaje audiovisual puedan sustituir los aprendizajes leídos. Si acaso, complementarlos. Ya sé que es un tema polémico, pero creo que somos lo que leemos. El hecho de que el acto lector sea más esforzado que la mera contemplación audiovisual puede parece un hándicap para los nuevos gurús de la psicopedagogía. Para mí  ES UN VALOR AÑADIDO. Porque creo en la fortaleza y durabilidad de los aprendizajes labrados con el esfuerzo. Y leer es, potencialmente, la mejor herramienta educativa. Aceptaré gustoso todos los comentarios de réplica que deseéis.

He asistido a varias presentaciones de libros de diferentes autores, y en muchas de ellas el público formula una pregunta muy concreta al autor: ¿cuál es tu libro preferido o el libro qué más te ha marcado? Interesante pregunta de difícil respuesta. Pensadlo vosotros mismos. Pensad cuál de todas vuestras lecturas es vuestra predilecta o cuál os ha marcado más. Aquí van mis respuestas.

Respecto a géneros: soy un enamorado de la novela histórica. Santiago Posteguillo, Collen Mc Cullough, Saylor, Renault y Gisbert Haefs son mis autores preferidos, junto con los clásicos Yourcenar y Graves. ¿Títulos? Supongo que decir uno es muy complicado e injusto, pero me decanto por el Aníbal de Haefs.

Soy y fui poco lector de cómics, pero sin duda yo soy mucho de Astérix.

Respecto a narrativa en general, mis gustos son variopintos. Disfruté con Los Pilares de la Tierra (me niego a categorizarla como histórica), leo todo lo que escribe Pérez Reverte (y algunos de sus títulos me gustan mucho más que otros), idolatro Cien años de Soledad, y destaco dos títulos semidesconocidos que me encantaron: La piel fría y Médicos y Traficantes.

¿El libro que me marcó? Otra pregunta difícil. Supongo que por su incidencia en El Hechizo de Caissa, debo citar La variante Lunenburg, de Mauresing.

¿Lo último que he leído? Venganza de Sangre, de Sebas Roa, una fabulosa novela de aventuras medievales muy recomendable.

¿El libro que más veces he releído? Esta es fácil. El Aníbal de Haefs. Una obra maestra.

Un interesante ejercicio reflexivo: haceos estas mismas preguntas y veréis que quizás las respuestas no sean tan obvias. Y si queréis, ilustradnos a todos con vuestras contestaciones en los comentarios, que siempre es bueno escuchar o leer recomendaciones variadas.

sábado, 5 de febrero de 2011

CARTA DE INVITACIÓN A LA LECTURA

"Hay cosas conocidas y  cosas desconocidas, y en el medio están las puertas" Jim Morrison

Puesto que ya está publicada en la web de la editorial Viceversa, os pego la carta de invitación a la lectura de El Hechizo de Caissa que escribí. Se trataba de animar al lector que veía el libro en una estantería a hojear/ojear el libro, a modo de puerta de entrada.

Saludos, amigo lector.
Siempre he sentido curiosidad por los personajes marginales. Me fascina esa presencia callada del frikie, como se dice ahora, del bicho raro, del niño tímido y apocado que no gusta de correr tras el balón, del rarito que tiene intereses y aficiones diferentes a la mayoría. Al hombre le gusta tanto ser especial como le asusta ser diferente. Y qué mejor contraste para un activo deportista de contacto y profesor de educación física como yo que un deportista sedentario, que un ajedrecista. Sobre esta idea navega mi inquietud literaria, y arraiga en mis recuerdos infantiles.
Recuerdo un gozoso día de uno de mis primeros cumpleaños. Mi tío Enrique, que en paz descanse, a la sazón mi padrino, se me acercó y me entregó un objeto rectangular envuelto en papel de regalo. “Toma, turrón”, me dijo a modo de felicitación. Abrí el envoltorio descuidadamente para descubrir que el turrón de mi tío Enrique era un juego de ajedrez magnético. Ahora me sonrío cuando recuerdo la expresión “dulzura de los inicios”. ¡Qué apropiado símil! Aquel obsequio se convirtió pronto en mi silencioso acompañante.
Pasaron los años en los que olvidé mi afición dedicándome a otros menesteres, y el destino me encontró de nuevo en un tablero. Para entonces las cicatrices de la juventud me animaron a aceptar el reto de aquella olvidada pulsión. Al principio fue un juego, luego un placer oculto, más tarde fue deporte y aún hoy lucho por dirimir si es una obsesión enfermiza o una válvula de escape imprescindible en mi vida. Pero coincidió que por aquel entonces yo ya me dedicaba a jugar al tetris con las palabras, a emborronar folios, y era tanto lo que me sugería aquel fascinante mundo, que no pude resistirme al impulso de escribir sobre él. Había leído mucho sobre la personalidad de los campeones del mundo, de los Grandes Maestros, de los genios. Pero ¿qué hay del simple aficionado hechizado por el influjo de Caissa, la diosa del ajedrez? Ese era el núcleo de mi interés.
Este no es un libro técnico de ajedrez. No es necesario conocer ninguna técnica, ni jugada, ni siquiera conocer las normas por las que se rige el juego. Es un libro que versa sobre la vida, sobre el amor juvenil, sobre el honor deportivo, sobre la incomprensión, sobre nuestras más secretas obsesiones y sobre el auténtico significado de la palabra triunfo. No es una novela para aprender ajedrez, sino para aprender a gozarlo.
Creo necesario sincerarme con el lector y reconocerle que la fase de documentación de esta novela fue tan larga como gratificante. Cuando comencé a escribir El hechizo de Caissa me obligué a documentarme en profundidad, lo que suponía convertirme en ajedrecista, sentir lo mismo que siente Marcos, el protagonista y narrador, gozar y sufrir como él y con él, en las victorias, en las derrotas, en la larga e inconclusa ruta del aprendizaje... Lo cierto es que ahora no sé si soy un escritor que ha narrado una historia ambientada en el maravilloso universo del ajedrez o un ajedrecista que ha escrito lo que siente. Ahora ya soy un esclavo de la diosa Caissa. Para conocerla tuve que acercarme mucho, y caí en sus redes. Me hechizó. He pagado con gusto el precio, y sólo deseo que a ti, lector, te guste tanto leer esta historia como a mí me ha apasionado su escritura.
Si decides leer esta novela, prepárate a descubrir un mundo fascinante tras el contraste albinegro del tablero, tras la evidencia lúdica de las figurillas de madera, tras el secreto que esconde el pasado de sus protagonistas. Y tal vez identifiques en tu interior a algún niño olvidado que recibió una pastilla de turrón y renunció a sus anhelos. 
Bienvenido al reino de Caissa, y no olvides que detrás de toda historia siempre hay algo más. Si quieres descubrirlo conmigo, ¡adelante! porque “La ronda final está expuesta”…

Fer Ortega

Quizás algún lector incondicional de este blog, o algún curioso interesado en el hechizo ya haya descubierto que en la web de la editorial viceversa se ofrece a la lectura en pdf el primer capítulo de El Hechizo de Caissa. Una puerta de entrada.

miércoles, 2 de febrero de 2011

LA PREGUNTA DEL MILLÓN

Yo nunca busco temas, dejo que los temas me busquen y yo los eludo, pero si el tema insiste, yo me resigno y escribo.” Jorge Luis Borges.

¿Se es escritor con un único libro publicado? Por una mosca que maté, matamoscas me llamaron... Y, ¿el escritor nace o se hace?

Vale. Ya oigo a algunos argumentar que ambas cosas, que el ambiente y la educación hacen mucho, que tus lecturas anteriores, que tu formación en cursos, clases, prácticas…, pero que también hay que tener algo de chispa, de inspiración, de talento...

Yo creo que el segundo argumento muchas veces es más una excusa para no intentarlo que una evidencia empírica. De lo del primer argumento estoy absolutamente convencido, y de no ser así mal profesional de la educación sería.

He sido un poco injusto con algunos amigos y compañeros. Concretamente en la entrada titulada “Las apariencias engañan”, donde me sorprendía que se extrañasen de que yo fuese capaz de escribir un libro. Digo que he sido injusto porque con sinceridad también a mí me sorprende, no porque me sienta incapaz para ello, sino porque hace bien poco no me podía imaginar como escritor. Como respuesta a la entrada de hoy me gustaría que hubiese varios comentarios, porque creo que necesito ayuda para aclararme, para dilucidar mi naturaleza, sobre todo me interesan las opiniones de los que más me conocéis, pero de todos en general.

Durante toda la secuencia del blog he narrado cómo me enamoré de Caissa y cómo escribí El Hechizo, así como mis motivaciones. No sé si he querido engañarme a mí mismo (o a vosotros), o si en algún momento he dado la impresión de ser más una cosa u otra pero, ¿qué soy?

a) Un ajedrecista que ha escrito una historia de lo que conoce.
b) Un escritor que se ha documentado en profundidad para escribir una novela enmarcada en el mundo del ajedrez.
c) No, ni lo pienses. No vale decir que las dos cosas. Esa es la respuesta fácil, tibia, sin compromiso, muy diplomática y absolutamente inútil. No me ayuda en nada.

DIÁLOGO INTERNO. Argumentos a favor de la opción a:
  1. Fer, tú nunca has tenido inquietudes literarias. Porque sí, te encanta leer, eres un tío claramente de “letras”, pero hasta hace cuatro días no habías escrito nada.
  2. Querías contar algo del mundo ajedrecístico, ese universo que te tenía subyugado. Pero no se te ocurriría (ni sabrías) escribir una novela romántica, o un poema, o ciencia-ficción, o novela histórica, o misterio, o novela negra, o fantástica, o… Tu primer intento de escritura fue también una historia ajedrecística (EODC ¿¿recordáis?). No sabes escribir de otra cosa. Eres monotemático y soso.
  3. Cuando me di cuenta de lo mal jugador que era probé a abordar el ajedrez en otra vertiente. Fue una huida hacia delante para evitar deprimirme por ser un fracasado deportivamente (¡sólo 1920 de ELO después de 15 años!). Sabías que ya no podías mejorar tu juego, pero que no podías dejar de pensar en él. Por eso escribiste el hechizo.
  4. ¿Qué fue antes, el huevo o la gallina? ¿El ajedrez o la escritura? Cronológicamente…, el ajedrez. Está claro ¿no?
  5. Ya has intentado un segundo proyecto –nada relacionado con el ajedrez- y has fracasado, has abandonado a las veinte páginas. ¿Acaso lo has olvidado?
DIÁLOGO INTERNO. Argumentos a favor de la opción b:
  1. Bueno, he escrito una novela ¿no? Y ha gustado (al menos a mi mamá y mi papá, jeje).
  2. (Los que habéis leído el borrador tenéis ventaja). Pero la novela, aunque está enmarcada en el mundo ajedrecístico, no habla de ajedrez. Habla de sentimientos, de relaciones paterno-filiales, de maduración y crecimiento personal, de la adolescencia, de la integración, del amor juvenil, de la educación, de la singularidad, de la amistad, del agon, de cómo afrontar la vida, de aficiones y obsesiones, de… El ajedrez es más una excusa (permanente, pero no tan esencial como pueda parecer) que un tema exclusivo. Más bien es un tema “vertebrador”.
  3. Bueno, prescindamos de lo del argumento. ¿Qué hay de la forma? Habrá que esperar a que los lectores la critiquen. De momento, una incógnita.
  4. Desde que acabé el primer borrador del hechizo, hace casi ya dos años, apenas he jugado. Quizás mi objetivo era ese, escribir la novela, y una vez cumplido ya no necesito tanto ajedrez. De hecho, todo lo que hice antes del hechizo (organizar torneos, estudiar historia-aperturas-teoría, dar clases, jugar a nivel medio-alto, navegar en internet por páginas de aprendizaje-juego-actualidad, jugar matches individuales, jugar a al ciega, etc…) ya no lo hago. Casi ni juego. Casi ni me acuerdo de jugar.
  5. Bueno, también he escrito este blog… ¿eso cuenta? Claro que para escribir en el blog no hace falta demasiado talento.
                                AJEDRECISTA 5 - ESCRITOR 5

Yo sé cuándo desempataré: si alguna vez consigo escribir una segunda novela.
¿Será la cita de Borges la solución a la pregunta del millón? 
Hoy sí me encantaría leer vuestros comentarios. Venga, sed buenos.

lunes, 31 de enero de 2011

¿EBOOK? EL DINOSAURIO OPINA

La humanidad progresa. Hoy queman mis libros; siglos atrás me hubiesen quemado a mí” Sigmund Freud.

Tranquilos. No me apetece hablar de la Ley Sinde, sino del ebook (vaya lo que por aquí conocemos como libro electrónico). Y por otra parte, la cita del encabezamiento es más un chiste que otra cosa, aunque se pueda (o quiera) interpretar que detrás hay mucho más.

Recuerdo que no hace mucho asistí a una conferencia sobre el futuro del libro y hablaron de este tema con profusión. Mi admirado Santiago Posteguillo contó una anécdota-historia de hace algunos milenios, cuando en la época de los rollos y los pergaminos se dudaba de la implantación de esa novedad tecnológica que luego bautizamos como “libro”. Han pasado miles de años, y ahí sigue. Pero es cierto lo que dice el dicho, “que toda novedad es siempre sospechosa”.

Como soy un negado para esto de las nuevas tecnologías, pese a este blog, y me enredo con facilidad en la ambigua versatilidad de ese incomprensible metalenguaje lleno de acrónimos, siglas y anglicismos (megacontratropocientospixeles.., kilogigasterabyesalrequetecopónbendito.., acabasdesertaggeadoenelmurode...¡jodercómoacojonaesto!, bannerizadostwittersdelwalldelfacebook, algoritmocustomizadosblablabla...), no discutiré la “potencia” del ebook, las “bondades” tecnológicas de la lectura pantallar (este vocablo no existe, lo sé, pero ya entendéis a qué me refiero) y la rebelde reivindicación de fin del monopolio editorial frente al difuso concepto de piratería versus libertad de expresión/ prensa/ navegación/ compartirconocimientosyservicios. Perdonad tanta licencia en el lenguaje, pero al fin y al cabo de esto va esta entrada. De que si algo es “tecnológico” aceptamos cualquier palabreja (o artilugio, o verdad absoluta “que sale en internet”) por ridícula y ambigua que resulte, y además, como no hables con ese argot eres un completo ignorante en “nuevas tecnologías”.., vaya.., un completo ignorante. Bueno, a lo que iba. El que quiera que entre en esa guerra de la Ley Sinde y demás, o se contente con mentar a la malvada SGAE como argumento balsámico. Yo sólo escribiré un par de recuerdos y un par de reflexiones.

Recuerdo 1: Una “profética” canción (¡en inglés!): Video killed the radio star... Ja, ja.

Recuerdo 2: No hace muchos lustros las máquinas de juego del ajedrez auguraban el final de las competiciones humanas. Son tan potentes (y ahora lo son el software de juego, mucho más que los humanos) que nadie “querría” jugar con un humano, mucho más débil. Vaya estupidez. El jugador lo que quiere es agon, lucha, vivencias físicas, respirar el aire de su adversario, tocar madera. Y hoy, todo ese “maravilloso” software se utiliza para el estudio y el aprendizaje y análisis, pero el hombre sigue queriendo jugar con hombres, y pese a la proliferación del ajedrez on-line, seguimos jugando hombres contra hombres, los auténticos protagonistas, y las máquinas siguen siendo convidados de piedra.

Reflexión 1: El ebook (y el Ipad, y el emule, y Facebook, y...) es maravilloso...cuantitativamente. No critico la calidad, sino que enfatizo la cantidad. En la palma de mi mano puedo tener la Biblioteca Nacional, o la discografía completa de 850.000 grupos musicales y cómo mola presumir ante los amigos de “lo mucho que tengo”. Cabría preguntarse (con la mano en el corazón), si tendremos tiempo para escuchar a esos 850.000 grupos, o leer un millón de novelas. Cabría preguntarse (con la mano en el corazón) si en el metro, en la cama junto a la parienta o en el retrete, preferiré la pantallita al papel (ya estoy oyendo a los que dicen que quizás tú no, pero que nuestro hijos sí, ¡joder vivamos el presente!). Cabría preguntarse (con la mano en el corazón) si los 945 amigos que tengo en facebook se emborracharán conmigo cuando me deje mi novia, y me ayudarán en la mudanza y... Cabría preguntarse, lo sé, cuánto tiempo me ahorro sin tener que ir a la librería a comprar el libro, y cuánto espacio ahorro (¿para qué voy a tener libros en la estantería?), eso sí, suponiendo que la visión de un mueble de madera repleto de títulos no te emocione (como a mí) o cada visita a una librería (¡y no digamos a una biblioteca!) sea para ti una auténtica “inversión” en tiempo realmente vivido. Vaya, que no niego la descomunal potencia “cuantitativa” del ebook, pero ¿no será precisamente este sobrevalorado principio de masificación lo que realmente nos deslumbra? Y eso sin considerar el hecho de que, o tienes un ebook, o no estás a la última (vulgo: eres un dinosaurio que todavía arrastra toneladas de papel... huy ¡qué poco ecológico!). O sea, ese factor “moda” del que se vale la floreciente industria tecnológica, carente de todo escrúpulo y capaz de hacer malabarismos con el sustantivo NECESIDAD con una destreza asombrosa. Pero lo peor es que acabamos creyendo (y cayendo) en esa necesidad, únicamente por la presión social. ¿De verdad “necesito” una Blackberry? Ah, claro, es que “vuelca” los correos en tiempo real y puedo consultarlos al momento. Con la mano en el corazón, ¿cuántos necesitamos realmente eso? Pero es molonudo, ¿verdad?

Reflexión 2: Mola todo lo que es gratis. Moraleja: el ebook es un chollazo. ¿Moraleja? Estupidez, diría yo sin ánimo de ofender. De nuevo nos autosugestionamos con un falso concepto de necesidad. No se trata de si se piratea o no. Se trata de si tengo necesidad de hacerlo. De si esa necesidad es mía o me la meten a presión.

Cantidad y gratuidad. ¿Cuánto pesan en la balanza? ¿Necesidad? ¿Necesito un ebook? Chico, que no lo veo. No lo veo. Que no veo que porque sea "tecnológico" tenga que ser mejor. Y desde luego, no veo que por ello tenga que ser "necesario".

Vale, llamadme lo que queráis. Tengo espaldas anchas. Pero hasta nueva “orden” (las miserias de vivir en sociedad) yo sigo prefiriendo el libro de papel, el olor a tinta, las anotaciones al margen, los marcapáginas, y no concibo un solo día de mi existencia sin llevar un libro en la mochila, ni me veo anotando un pensamiento, una idea, una lista de la compra en una Blackberry. Tanta "virtualidad", tanta electrónica "aplicada" se me atraganta.