sábado, 16 de abril de 2011

GÉNEROS, CAJONES y PÉRDIDAS.

“Todos los libros pueden dividirse en dos clases: libros del momento y libros de todo momento.” John Ruskin

Quiero creer que clasificar la literatura por géneros es una necesidad de mercado más que una ociosa ocupación del lector.., o del escritor. Es decir que el vendedor estima conveniente llamar a Los Pilares de la Tierra, por poner un ejemplo, novela histórica, por motivos organizativos y/o mercantiles, aunque también lo haga con Africanus y con El Código Da vinci. En fin, no hace mucho que conversaba sobre esto con unos amigos, y llegamos a la conclusión de que a veces el contenido del libro poco tiene que ver desde el punto de vista literario con el género que se le asigna, pero es apropiado (¿para quién?) desde el punto de vista comercial.

En esa tertulia también hablamos sobre las modas y el desprecio que se tiene a determinadas novelas por su pertenencia a un género concreto. Absurdo, pero cierto.

Y qué decir de las subcategorías que verbalmente asigna, no ya el crítico o el literato, sino el lector: una de griegos, una de catedrales, una de vampiros, una de asesinatos, una de magia. Eso ya me parece excesivo e insultante. Pero somos así de simples, yo el primero (mea culpa). Encajonamos una novela, o un autor, en un estilo (ni siquiera un género) pasando por alto la calidad de la novela o mil detalles colaterales que la definen mucho más que el “tema”. ¿Es Yo, Claudio, sólo una de romanos? ¿Memorias de Adriano sólo es novela histórica? ¿El Sr de los anillos sólo es una novela fantástica? Absurdo.

Y el problema es que a veces nos fiamos demasiado de esos encasillamientos, de esos clichés, y “a mí no me gusta la novela fantástica, así que no voy a leer...”, “yo no soporto los ladrillos de novela histórica y ni siquiera me planteo darles una oportunidad que yo no sé de historia...”

Vale, que de algo nos hemos de fiar, ya sé. Pero no creo que sea más lógico rechazar una opción concreta por su pertenencia a un pretendido género (a veces impreciso) que por la calidad misma de la novela.

¿Es el Hechizo de Caissa una novela de ajedrez? Quienes la han leído podrán opinar, pero me parece absurdo rechazar su lectura porque se piense que sólo habla de ajedrez, lo cual está muy alejado de la realidad.

Es una novela. Es narrativa. Cuenta una historia. Y punto. Hasta acepto que se pueda catalogar como ficción.

¡Ficción! Ese género impreciso en el que cabe cualquier mentira (todo, siempre que sea verosímil). Eso que Marías llama “falsedad emocionante”. Porque al lector de ficción, y a mí también, no le interesa la veracidad, sino vivir a través de los personajes experiencias que NO tiene en su vida real. Quiere mentiras interesantes que le hagan evadirse de su realidad mundana. Vivir vidas paralelas.

¿Ficción? Vaya pedazo de cajón de sastre. ¿Acaso no es ficción toda (o casi toda) la narrativa?

Y hasta esto de la ficción me parece injusto. Valorar las novelas por su “tema” o su género es sesgar en demasía su auténtica naturaleza. Es encasillar injustamente al autor. Es olvidar que la única forma de apreciar la calidad de una novela es leerla. 

Nuestra manía taxonómica, la obsesión que tenemos por clasificarlo todo, nos oculta fabulosas maravillas literarias... Qué lamentables pérdidas.

1 comentario:

  1. Ya me he leido El hechizo de Caissa. Creo que sí es una novela de ajedrez, todavía no se qué es un gambito, no me he molestado en buscarlo. Soy maderero como dicen en el libro, solo se mover las "fichas", o piezas, o como las llaméis . Lo que sí se es que leía despacio, en la cama a la hora de acostarme, cansado; hasta el primer día de vacaciones de Pascua que, me desperté, me puse a leer y leí las cuarta parte del libro en una mañana.


    Me sorprendió muy gratamente el agradecimiento a Sofía Framalico. Personaje donde los haya.

    Enhorabuena.

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