sábado, 30 de abril de 2011

TECNODROGAS


"¿Por qué esta magnifica tecnología científica, que ahorra trabajo y nos hace la vida más fácil nos aporta tan poca felicidad? La respuesta es esta, simplemente: porque aún no hemos aprendido a usarla con tino." Albert Einstein

"La tecnología no nos ahorra tiempo, pero si lo reparte de otra manera."
Helman Nahr

Otro tema polémico, lo sé. Y de nuevo no he podido resistirme a poner ambas citas, porque se complementan, e ilustran perfectamente lo que quiero decir.

En El Hechizo de Caissa, Roberto recela abiertamente de las bondades de las nuevas tecnologías. Hay muy poco autobiográfico en ese personaje, pero yo estoy muy de acuerdo con él. Lo llamo las tecnodrogas.

Cuando ya el cannabis, la coca e incluso el mismo tabaco comienza a decaer en los gustos y hábitos de consumo social (eso quiero creer), irrumpe en nuestro estilo de vida la tecnodroga. Disfrazada de adelanto tecnológico esta manifestación de la debilidad humana (admitámoslo, mucho de eso hay) se ha hecho un hueco en nuestras vidas, en nuestras casas, en nuestras familias, tanto o más como en su día lo hicieran la televisión o la radio. 

Es bastante lógico. Ya nadie (muy pocos) escriben con pluma o con máquina de escribir, ya es difícil encontrar algún melancólico mohicano sin teléfono móvil, y el saludable hábito de la orientación en nuestros viajes (o tal vez preguntar a los lugareños por aquello de socializarnos) ha dejado paso a los navegadores (adiós a los mapas).

Hasta ahí, todo muy bien. Yo soy el primero que tengo teléfono móvil y trabajo en ordenador. Incluso acepto a regañadientes que puede ser entretenido dedicar algún rato de esparcimiento a los videojuegos. Pero el problema reside en la palabra necesidad, ese vocablo con el que los productores de estas tecnologías nos engañan sin ningún pudor y que nosotros creemos a pies juntillas.

Como soy profesor de educación física y me preocupa sobremanera el sedentarismo galopante de nuestra sociedad y nuestra infancia, no puedo por menos que declararme enemigo público de todas las video - consolas del mercado. Psicólogos habrá que denunciarán el incremento de síndromes de déficit de atención, patologías derivadas de problemas relacionales y psicodolencias variadas entre nuestra juventud. Como los psicólogos opinan de casi todo, hemos desarrollado el vicio de hacerles poco caso, o ninguno. Pero esta vez tienen razón. Y yo no necesito que me lo digan ellos. Lo veo todos los días entre mis alumnos. Son tecnodependientes. Y que la obesidad mórbida supere ya en nuestro país el 17% de la población escolar, la escoliosis debida a malos hábitos posturales ya sobrepase el 20%, y me atrevo a elucubrar que más del 95% desconocen qué es el esfuerzo físico (sí, lo digo con todas las letras y con conocimiento de causa), no puede deberse únicamente a las hamburguesas y el sillón-ball. El problema de las tecnodrogas es la ingente cantidad de tiempo que restan a otras actividades, de carácter formativo o motriz. Detalle que los fabricantes de estas tecnologías olvidaron indicarnos. Calculadlo. Miles, incluso en algunos casos decenas de miles de horas anuales. ¿Exagero? Si lo pensais es porque no trabajais con niños y adolescentes.

Claro que igual tenemos que entonar el mea culpa y reconocer que nos viene muy bien tener entretenidos a los nenes delante de la pantalla, embutiéndose de gérmenes de violencia y agresividad (¿que no? ¡echad un vistazo a los videojuegos!), mientras nosotros trabajamos para ganar mucho dinero que nos permita utilizar un navegador en el coche (aunque sólo hagamos un viaje al año), un móvil de última generación que hace mil filigranas que jamás necesitaré, o poderme pagar una blackberry de esas tan chulas, que tienen mil ventajas (QUE YO NO NECESITO) en comparación con los modelos más antiguos.

El colmo de los colmos. En una habitación tres personas se comunican ENTRE ELLOS mediante mensajes de texto enviados desde sus blackberrys. ¿Ciencia ficción? Os lo juro. Lo he vivido.

Ya está bien de tonterías. Una cosa es la descomunal potencia de nuestra tecnología. Otra es la auténtica necesidad que tenemos de ella. Y otra muy diferente es la estupidez, la moda, el autoengaño en el que caemos cada vez que fulanito o menganito o esa reputada marca tecnológica nos dice que la “vanguardia tecnológica” obliga a adquirir tal producto.

Ya os oigo hablar de las maravillas tecnológicas, de la cantidad de esfuerzos que nos evitamos (discrepo respecto a la bondad de esta afirmación, y precisamente la responsabilizo del actual estado de las cosas: suprimir el esfuerzo es el grave error que aún no hemos querido reconocer), de la cantidad de tiempo que nos ahorramos... ¿Ahorrar tiempo? Esa es la falacia. Releed la cita de Nahr. Eso es falso. Nos cuesta mucho menos producir un texto escrito, reunir información, realizar operaciones matemáticas, pero (contad, por favor, contad) la cantidad de tiempo que dedicamos a utilizar (y aprender) esa tecnología nos tiene totalmente absorbidos. Pero nos cuesta reconocerlo. Contad, contad. Y de la inversión económica, ni hablamos.

Tecnodrogas. Adictivas. Roberto tenía razón.

Imagino un aluvión de comentarios reprobadores a este post. Os espero con los guantes puestos.

domingo, 24 de abril de 2011

EL HECHIZO DE CAISSA EN RNE

Esta mañana, en la sección En Jaque del programa "No es un día cualquiera" de RNE, Leontxo García ha recomendado El Hechizo de Caissa.

Aquí os pego el enlace del audio, con toda la sección En Jaque.

http://www.rtve.es/alacarta/audios/no-es-un-dia-cualquiera/no-es-un-dia-cualquiera-korchnoi-un-genio-octogenario/1081769/

viernes, 22 de abril de 2011

BYE BYE, MR CHANCE


Lo mejor del mundo lo han hecho siempre los diletantti, los que hacen las cosas por deleite, por amor, y no por obligación o rutina”. Gregorio Marañón.

En mi época de opositor (¡qué lejos queda!), yo frecuentaba la biblioteca buscando el silencio y la concentración, no los libros. Llegaba cargado con los apuntes, con rotuladores marcadores fluorescentes, una botella de agua mineral, chicles y un folio con una tabla de programación, donde llevaba marcados los temas que tenía que memorizar en cada sesión. Me sentaba allá donde encontraba sitio y compartía mis silencios con el de otro centenar de estudiantes, algunos universitarios, unos pocos escolares, y supongo que un puñado de otros opositores a los que odiaba silenciosamente deseando que se presentaran a otros “cuerpos”, a otras “especialidades” o a otras convocatorias diferentes a la mía.

Un día levanté la cabeza de entre los temarios que me ocupaban y observé la sala. Un minuto después me pregunté si aquello era una sala de estudio o una biblioteca propiamente dicha. Sólo un hombre de mediana edad leía un libro. Todos los demás “opositábamos”. Bueno, vale, había una pareja de enamorados haciendo -con sus apuntes y bolígrafos, con sus manos, con sus miradas, con sus labios- de todo menos estudiar, pero eran una excepción. Sólo aquel caballero leía. ¿Qué leía? Me levanté y me acerqué disimuladamente para ver qué libro era. Dumas. El Caballero de Harmental.

Desde entonces, en cada una de mis visitas realizaba el mismo escrutinio. Y casi a diario (pocas veces no coincidíamos) allí estaba el caballero a quien bauticé  (¿por qué será?) Harmental. Claro sólo mi diálogo interno lo llamaba así. Harmental siempre estaba leyendo novelas. Pocas veces lo sorprendí leyendo otra cosa que no fueran historias. Nunca, más bien. Ni ensayos, ni poesía, ni prensa, sólo novelas. Pero lo más sorprendente no era el género que leía, sino que siempre estaba sentado en la misma mesa, en el mismo asiento. Llegaba con su libro en la mano después de recogerlo de la estantería y se sentaba a leer durante horas. Cuatro horas. Siempre cuatro horas. Cuatro horas, ni una más ni una menos.

Me fascinaba lo puntual, lo metódico (la parsimonia con que pasaba las páginas, el ritmo acompasado de su respiración, cómo depositaba el libro en la mesa cuando se ausentaba unos minutos en los servicios...), lo pulcro que era. Y comencé a madrugar para coger sitio de los primeros, siempre muy próximo a su sagrada ubicación.

Al principio no intimamos mucho, pero con el tiempo él me saludaba sonriendo cada mañana, y poco después comenzó a hacerlo con un buenos días, y más adelante me preguntó que qué estudiaba, y meses después salíamos de la biblioteca a la misma hora. Y poco a poco fuimos conociéndonos ajenamente (sin saber nunca nuestros nombres). Y con el tiempo supe que era un hombre asqueado del mundo que se refugiaba en la lectura para evadirse de un oscuro pasado que nunca me confesó pero que yo podía intuir en su melancólica conversación. Y cuando yo le pregunté si no creía más útil intentar ocupar su vida en otras ocupaciones que no fuera la simple y rutinaria (¡diaria y cronometrada!) lectura de novelas, él me contestó:

- ¿Rutina? ¿Cómo crees que viven la mayoría de los que nos rodean? Inmersos en la rutina, no lo dudes. Yo sí he vivido una vida real insulsa y rutinaria. Ahora vivo miles de vidas falsas, pero apasionantes.

Y yo suspendí la oposición. Algo tendría que ver el hecho de que comenzara a dividir mi tiempo de permanencia en la biblioteca en dos partes simétricas: estudio de los temarios y lecturas de novelas.

Harmental, a quien rebauticé con el tiempo como Mr Chance recordando una película de finales de los 80 que me impresionó, desapareció un día y yo sentí que mis visitas a la biblioteca ya no eran lo mismo. Porque su presencia era parte integrante de la misma.

¿Dónde estás Mr Chance?

sábado, 16 de abril de 2011

GÉNEROS, CAJONES y PÉRDIDAS.

“Todos los libros pueden dividirse en dos clases: libros del momento y libros de todo momento.” John Ruskin

Quiero creer que clasificar la literatura por géneros es una necesidad de mercado más que una ociosa ocupación del lector.., o del escritor. Es decir que el vendedor estima conveniente llamar a Los Pilares de la Tierra, por poner un ejemplo, novela histórica, por motivos organizativos y/o mercantiles, aunque también lo haga con Africanus y con El Código Da vinci. En fin, no hace mucho que conversaba sobre esto con unos amigos, y llegamos a la conclusión de que a veces el contenido del libro poco tiene que ver desde el punto de vista literario con el género que se le asigna, pero es apropiado (¿para quién?) desde el punto de vista comercial.

En esa tertulia también hablamos sobre las modas y el desprecio que se tiene a determinadas novelas por su pertenencia a un género concreto. Absurdo, pero cierto.

Y qué decir de las subcategorías que verbalmente asigna, no ya el crítico o el literato, sino el lector: una de griegos, una de catedrales, una de vampiros, una de asesinatos, una de magia. Eso ya me parece excesivo e insultante. Pero somos así de simples, yo el primero (mea culpa). Encajonamos una novela, o un autor, en un estilo (ni siquiera un género) pasando por alto la calidad de la novela o mil detalles colaterales que la definen mucho más que el “tema”. ¿Es Yo, Claudio, sólo una de romanos? ¿Memorias de Adriano sólo es novela histórica? ¿El Sr de los anillos sólo es una novela fantástica? Absurdo.

Y el problema es que a veces nos fiamos demasiado de esos encasillamientos, de esos clichés, y “a mí no me gusta la novela fantástica, así que no voy a leer...”, “yo no soporto los ladrillos de novela histórica y ni siquiera me planteo darles una oportunidad que yo no sé de historia...”

Vale, que de algo nos hemos de fiar, ya sé. Pero no creo que sea más lógico rechazar una opción concreta por su pertenencia a un pretendido género (a veces impreciso) que por la calidad misma de la novela.

¿Es el Hechizo de Caissa una novela de ajedrez? Quienes la han leído podrán opinar, pero me parece absurdo rechazar su lectura porque se piense que sólo habla de ajedrez, lo cual está muy alejado de la realidad.

Es una novela. Es narrativa. Cuenta una historia. Y punto. Hasta acepto que se pueda catalogar como ficción.

¡Ficción! Ese género impreciso en el que cabe cualquier mentira (todo, siempre que sea verosímil). Eso que Marías llama “falsedad emocionante”. Porque al lector de ficción, y a mí también, no le interesa la veracidad, sino vivir a través de los personajes experiencias que NO tiene en su vida real. Quiere mentiras interesantes que le hagan evadirse de su realidad mundana. Vivir vidas paralelas.

¿Ficción? Vaya pedazo de cajón de sastre. ¿Acaso no es ficción toda (o casi toda) la narrativa?

Y hasta esto de la ficción me parece injusto. Valorar las novelas por su “tema” o su género es sesgar en demasía su auténtica naturaleza. Es encasillar injustamente al autor. Es olvidar que la única forma de apreciar la calidad de una novela es leerla. 

Nuestra manía taxonómica, la obsesión que tenemos por clasificarlo todo, nos oculta fabulosas maravillas literarias... Qué lamentables pérdidas.

jueves, 14 de abril de 2011

EL HECHIZO DE CAISSA EN EL PAIS

Hoy 14 de abril, en la sección de ajedrez de Leontxo García de EL PAÍS, aparece una reseña de El Hechizo de Caissa, tanto en la edición digital (que le ve mucho mejor y pego abajo el enlace) como en papel (os pego el artículo escaneado).

http://www.elpais.com/articulo/agenda/hechizo/Caissa/elpepigen/20110414elpepiage_5/Tes

CALOR, ENCUENTROS Y CULTURA

Casi siempre la relación entre autor y lector es fría y distante. Es lo que tiene que el escritor apenas tenga ocasiones de interactuar con sus lectores. Pero en las ferias de libros este encuentro se produce en un ambiente de cercanía y calor cultural. Este fin de semana pasado, el calor no sólo fue cultural, pero el encuentro fue mucho más que satisfactorio. Una experiencia irrepetible (¡aunque me encantaría repetirla!). Firmé muchos ejemplares en la caseta de la Librería Bibliocafé el sábado, y el domingo se agotaron las existencias en la caseta de la Librería Gaia, vendiendo (y firmando) todos los ejemplares. Aquí os dejo unas cuantas instantáneas del evento, cortesía de JCiriaco. Mil gracias.




viernes, 8 de abril de 2011

FERIA DEL LIBRO DE VALENCIA

Por si a alguno le interesa, este fin de semana comienza la Feria del Libro de Valencia, en Viveros. Estaré firmando ejemplares de El Hechizo de Caissa, este sábado 9 de abril de 11:30 a 14:00 horas en la caseta de la librería Bibliocafé (nº 45), y el domingo 10 de abril de 12:00 a 14:00 horas en la caseta de la librería Gaia (nº 26).

Un consejo: no dejéis de visitar la Feria del libro. Es una experiencia extraordinaria. Los que habéis leído este blog desde el principio ya sabéis que El Hechizo de Caissa no existiría de no ser por mi costumbre de visitarla todos los años...

martes, 5 de abril de 2011

ENTREVISTA EN RADIO INTER

En este enlace podéis encontrar el audio de una entrevista que me hicieron en Radio Inter.

http://www.intereconomia.com/programa/culturaes/fernando-ortega-autor-hechizo-caissa-culturaes-20110405

domingo, 3 de abril de 2011

OPINIONES, CRÍTICAS Y CONSECUENCIAS…

“Los hombres son criaturas muy extrañas: la mitad censura lo que practica, la otra mitad practica lo que censura; el resto siempre hace y dice lo que debe.” Benjamín Franklin.

No hace mucho me enviaron un gracioso mail, de esos que a veces te alegran la mañana (y que van camuflados entre otros muchos que portan publicidad subliminal, o tendenciosas reflexiones políticas, o virus, o cadenas milagrosas que ralentizarán el fin del mundo, o …) en el que se decía que la contribución solidaria española de ayuda al Japón para la reconstrucción de las poblaciones arrasadas por el terremoto y el sunami consistiría en enviar a un experto equipo de jubilados que se pondrían al otro lado de las vallas a criticar a los obreros encargados de los trabajos. Así hay que encofrar, date prisa que se te seca el cemento, échale una paletada más de tierra que ese mortero no tiene buen color, sube un poco más esa grúa… Era un correo muy gracioso, con fotos incluidas, pero cargado de sabiduría profunda.

Tópicos aparte, sí que es cierto que los españoles (“algunos” españoles) nos deleitamos explicando a nuestros vecinos cómo deben hacer las cosas. Nos encanta criticar, forma parte de nuestro ADN, y no tenemos ningún remordimiento porque siempre tenemos presente que “lo hacemos con la mejor de las intenciones”, que vivimos en un país libre donde “todos tenemos derecho a decir lo que queramos” y que “criticar no hace daño a nadie”. Y a todo esto ayuda ese conocido síndrome de “todos tenemos un seleccionador nacional metido en el cuerpo” o ese otro de “si no quieres que se te critique, no lo enseñes”. Cuando además vemos a personajillos de la farándula, ex_toreros, famosillos ansiosos de cámaras cuya mayor contribución social constituye el fornicio ocasional con algún deportista o artista, vividores que insultan la inteligencia del público y llenan los bolsillos de empresarios sin escrúpulos ni moralidad que se excusan en la diosa “audiencia”, periodistas amarillos (¡qué forma de manchar la reputación de un color tan bonito!)…, y toda una pléyade de impresentables invadiendo nuestros hogares que se permiten criticar a diestro y siniestro sin siquiera pararse a pensar que ellos no dominan la política, o el deporte, o la economía, o la ciencia, y no deberían decir ni esta boca es mía…, y entonces pensamos: Jo, si este payaso se permite decirle a seis millones de espectadores todo esto, si se atreve a convertir su inculta opinión en “información” (permítaseme un instante para vomitar), ¿acaso no puedo criticar yo también?

Es que hemos hecho de la crítica un vicio. Reconozcámoslo. No sabemos de la misa la mitad y de golpe y porrazo somos expertos en conducción deportiva, o sabemos perfectamente cómo aprovechar el barlovento maniobrando con el foque, y dominamos la macroeconomía, y lo sabemos todo de las energías alternativas, y sabemos un “mogollón” sobre vinos y cocina…, y cuando se trata de arte (…como ahí no hay normas, como todo vale, como es una cuestión “personal”…), todos somos genios capaces de valorar las virtudes musicales, o pictóricas, o estéticas de esta o aquella producción, y sabemos que esa obra no tiene ritmo, que el conflicto psicológico de los personajes no está bien tratado, que no se resuelve adecuadamente el desenlace de la trama, que fulanito de tal está espléndido en su papel, muy logrado, y que aquel otro es un quiero y no puedo. Que digo yo que oyendo a alguno no acabas de comprender en cuántas vidas se ha reencarnado para ser un experto crítico de tantas cosas. Ah, a lo peor es que no es un experto. Sólo es un crítico. Pero tiene derecho a criticar…

Y es que cada vez nos cuesta menos anteponer el “yo pienso que…”o el “a mí me gusta…” a nuestra opinión. Y cada vez se nos escapa más eso de “esta obra es una mierda…” o lindezas irreflexivas similares. Y cada vez nos sentimos más seguros convirtiendo opiniones en críticas.

Yo era consciente de que El Hechizo de Caissa sería criticado y que no habría unanimidad en el dictamen. No lo hay ni siquiera con obras maestras, ni con best-seller, ni con los clásicos, ni… Claro. Deseaba críticas rigurosas y objetivas para el hechizo, y creo que hasta la fecha así han sido todas. No puedo sino agradecerlas. De hecho, ya he narrado anteriormente en este blog cómo las críticas mejoraron ostensiblemente la calidad del texto durante la fase de corrección. ¿Cómo iban a importarme?

Pero curiosamente esperaba una crítica muy concreta: que había demasiado ajedrez. Sin embargo, la crítica más dura que de momento he recibido es justo por lo contrario. Me acusan de no anotar en sistema algebraico una partida de ajedrez que acontece en la novela, y lo consideran un grave error. Yo pensaba que era absolutamente irrelevante, pero no sé…

Otra crítica muy curiosa es la que dice que mis personajes no son “normales”. De Perogrullo. De eso se trataba precisamente. De pintar un lienzo de personajes “raros”. Pero como digo, se ve que el crítico no se percató de mis motivos.., o yo no supe trasmitirlos.

Pensamiento robado a una amiga. El mundo se divide en dos: los que hacen y los que critican a los que hacen.

En algún lugar escuché que cuando tomas una decisión o produces algo nuevo es mucho más fácil asumir las críticas que superar las dudas. Las dudas de realmente cómo lo has hecho. Porque el autor no tiene la suficiente perspectiva para ser un juez objetivo. Pero el crítico muchas veces no conoce las razones del autor. La auténtica duda que me asalta es si sabré discernir las críticas de las opiniones.

¿Opinión o crítica objetiva? ¿Dónde empieza una y acaba la otra?

Y confieso que, pese a sentirme globalmente muy satisfecho, hay una cosa que me deja un poco bluff: precisamente la ausencia de críticas. Ya sabéis aquello de  “es malo que hablen mal de ti, pero mucho peor es que no hablen…”.

Me encantaría, para los que ya hayáis leído la novela, que me enviaseis o publicaseis aquí mismo, como comentario, las sugerencias o críticas que deseéis sobre el hechizo. Seguro que tendrá consecuencias si alguna vez decido volver a escribir.

Vale…, o las opiniones.

CRÓNICA DE LA SEGUNDA PRESENTACIÓN DE EL HECHIZO DE CAISSA

Como ya sabéis, el pasado viernes 1 de abril presentamos de nuevo El Hechizo de Caissa, esta vez en el Bibliocafé, una "casa" amiga. Allí pude disfrutar del apoyo de muchos amigos que estuvieron a mi lado para la ocasión. Jose Milián, Antonio Penadés y otros muchos amigos. Y entre ellos estaba Ariodante, que ha publicado una "crónica" del evento en su blog "La hora azul" y que podéis leer en este enlace:

http://lamiradadeariodante.blogspot.com/2011/04/2-presentacion-en-valencia-de-el.html