domingo, 3 de abril de 2011

OPINIONES, CRÍTICAS Y CONSECUENCIAS…

“Los hombres son criaturas muy extrañas: la mitad censura lo que practica, la otra mitad practica lo que censura; el resto siempre hace y dice lo que debe.” Benjamín Franklin.

No hace mucho me enviaron un gracioso mail, de esos que a veces te alegran la mañana (y que van camuflados entre otros muchos que portan publicidad subliminal, o tendenciosas reflexiones políticas, o virus, o cadenas milagrosas que ralentizarán el fin del mundo, o …) en el que se decía que la contribución solidaria española de ayuda al Japón para la reconstrucción de las poblaciones arrasadas por el terremoto y el sunami consistiría en enviar a un experto equipo de jubilados que se pondrían al otro lado de las vallas a criticar a los obreros encargados de los trabajos. Así hay que encofrar, date prisa que se te seca el cemento, échale una paletada más de tierra que ese mortero no tiene buen color, sube un poco más esa grúa… Era un correo muy gracioso, con fotos incluidas, pero cargado de sabiduría profunda.

Tópicos aparte, sí que es cierto que los españoles (“algunos” españoles) nos deleitamos explicando a nuestros vecinos cómo deben hacer las cosas. Nos encanta criticar, forma parte de nuestro ADN, y no tenemos ningún remordimiento porque siempre tenemos presente que “lo hacemos con la mejor de las intenciones”, que vivimos en un país libre donde “todos tenemos derecho a decir lo que queramos” y que “criticar no hace daño a nadie”. Y a todo esto ayuda ese conocido síndrome de “todos tenemos un seleccionador nacional metido en el cuerpo” o ese otro de “si no quieres que se te critique, no lo enseñes”. Cuando además vemos a personajillos de la farándula, ex_toreros, famosillos ansiosos de cámaras cuya mayor contribución social constituye el fornicio ocasional con algún deportista o artista, vividores que insultan la inteligencia del público y llenan los bolsillos de empresarios sin escrúpulos ni moralidad que se excusan en la diosa “audiencia”, periodistas amarillos (¡qué forma de manchar la reputación de un color tan bonito!)…, y toda una pléyade de impresentables invadiendo nuestros hogares que se permiten criticar a diestro y siniestro sin siquiera pararse a pensar que ellos no dominan la política, o el deporte, o la economía, o la ciencia, y no deberían decir ni esta boca es mía…, y entonces pensamos: Jo, si este payaso se permite decirle a seis millones de espectadores todo esto, si se atreve a convertir su inculta opinión en “información” (permítaseme un instante para vomitar), ¿acaso no puedo criticar yo también?

Es que hemos hecho de la crítica un vicio. Reconozcámoslo. No sabemos de la misa la mitad y de golpe y porrazo somos expertos en conducción deportiva, o sabemos perfectamente cómo aprovechar el barlovento maniobrando con el foque, y dominamos la macroeconomía, y lo sabemos todo de las energías alternativas, y sabemos un “mogollón” sobre vinos y cocina…, y cuando se trata de arte (…como ahí no hay normas, como todo vale, como es una cuestión “personal”…), todos somos genios capaces de valorar las virtudes musicales, o pictóricas, o estéticas de esta o aquella producción, y sabemos que esa obra no tiene ritmo, que el conflicto psicológico de los personajes no está bien tratado, que no se resuelve adecuadamente el desenlace de la trama, que fulanito de tal está espléndido en su papel, muy logrado, y que aquel otro es un quiero y no puedo. Que digo yo que oyendo a alguno no acabas de comprender en cuántas vidas se ha reencarnado para ser un experto crítico de tantas cosas. Ah, a lo peor es que no es un experto. Sólo es un crítico. Pero tiene derecho a criticar…

Y es que cada vez nos cuesta menos anteponer el “yo pienso que…”o el “a mí me gusta…” a nuestra opinión. Y cada vez se nos escapa más eso de “esta obra es una mierda…” o lindezas irreflexivas similares. Y cada vez nos sentimos más seguros convirtiendo opiniones en críticas.

Yo era consciente de que El Hechizo de Caissa sería criticado y que no habría unanimidad en el dictamen. No lo hay ni siquiera con obras maestras, ni con best-seller, ni con los clásicos, ni… Claro. Deseaba críticas rigurosas y objetivas para el hechizo, y creo que hasta la fecha así han sido todas. No puedo sino agradecerlas. De hecho, ya he narrado anteriormente en este blog cómo las críticas mejoraron ostensiblemente la calidad del texto durante la fase de corrección. ¿Cómo iban a importarme?

Pero curiosamente esperaba una crítica muy concreta: que había demasiado ajedrez. Sin embargo, la crítica más dura que de momento he recibido es justo por lo contrario. Me acusan de no anotar en sistema algebraico una partida de ajedrez que acontece en la novela, y lo consideran un grave error. Yo pensaba que era absolutamente irrelevante, pero no sé…

Otra crítica muy curiosa es la que dice que mis personajes no son “normales”. De Perogrullo. De eso se trataba precisamente. De pintar un lienzo de personajes “raros”. Pero como digo, se ve que el crítico no se percató de mis motivos.., o yo no supe trasmitirlos.

Pensamiento robado a una amiga. El mundo se divide en dos: los que hacen y los que critican a los que hacen.

En algún lugar escuché que cuando tomas una decisión o produces algo nuevo es mucho más fácil asumir las críticas que superar las dudas. Las dudas de realmente cómo lo has hecho. Porque el autor no tiene la suficiente perspectiva para ser un juez objetivo. Pero el crítico muchas veces no conoce las razones del autor. La auténtica duda que me asalta es si sabré discernir las críticas de las opiniones.

¿Opinión o crítica objetiva? ¿Dónde empieza una y acaba la otra?

Y confieso que, pese a sentirme globalmente muy satisfecho, hay una cosa que me deja un poco bluff: precisamente la ausencia de críticas. Ya sabéis aquello de  “es malo que hablen mal de ti, pero mucho peor es que no hablen…”.

Me encantaría, para los que ya hayáis leído la novela, que me enviaseis o publicaseis aquí mismo, como comentario, las sugerencias o críticas que deseéis sobre el hechizo. Seguro que tendrá consecuencias si alguna vez decido volver a escribir.

Vale…, o las opiniones.

No hay comentarios:

Publicar un comentario