viernes, 25 de marzo de 2011

“HUBO UN TIEMPO…”

El mejor regalo que podemos darle a otra persona es nuestra atención íntegra”. Richard Moss

Sospecho que esta va a ser la entrada más polémica (hasta ahora) del blog. En parte por mi inusual tono, y en parte porque yo sé mejor que nadie que “generalizar es de idiotas”. Así que que no se sientan aludidos quienes no lo sean...
Hubo un tiempo en el que mis/tus padres jugaban al ajedrez conmigo, y al dominó, o al parchis, o al sambori, o al baloncesto, o al futbol, o a las canicas, o... Y enseñaban a sus niños a jugar, a entretenerse, a ocupar su tiempo de ocio en actividades lúdicas de diversa índole. Algunas cognitivas, otras motrices, muchas relacionales, todas compartidas. Y luego llegó el chip, y la sociedad tecnológica, y el progreso, y la “individualidad” (bastante mal comprendida), y la sociedad del bienestar, y el mando a distancia y el teclado omnipotente y omnipresente, y las TV panorámicas y las pantallas multicolores, multimedias, multifuncionales, multi...

ALBERTO: 7 AÑOS
Qué raros son los padres de Juan. Juegan con él. Papá y mamá no juegan conmigo porque tienen que trabajar para poder comprar toda esta tecnología que tengo en casa, para mantener un nivel de vida “moderno”, para dármelo todo y no negarme nada, que eso podría causar una frustración intolerable en mi psique y yo podría desarrollar algún complejo y tendría que ser tratado por especialistas psiquiátricos, y... Y no iba a ser yo menos que los demás. Eso podría alienarme y marginarme y entonces podría ser señalado con el dedo y los niños se reirían de mí, y yo no podría hablar de lo mismo que hablan ellos y... Y papá no podría resistir ser “el único” que no me concedía lo que todos los niños tenían. Y ahora ya no juego con papá ni con mamá, pero no hay problema porque tengo una consola de última generación con la que soy un niño integrado y moderno, y ya me paso el nivel 12 del "Muerte en el distrito caníbal", y además no sufro la frustración de mancharme la ropa, de que me peguen los niños en la calle, de lesionarme las rodillas, de pasar frío en las inseguras calles (¡qué miedo!), que papá dice que prefiere verme en casa, yo allí, mirando horas y horas mi super pantalla multifuncional y desarrollando una espectacular destreza con los dedos (en mi fabuloso teclado, o mi joystick, o mi gamepad...), y me comunico modernamente con mis amigos (¿quién quiere pasar frío en la calle habiendo Tuenti o Messenger o teléfonos móviles?) y papá me quiere muchísimo, él nunca dejaría que yo pasara miedo, o frío, o me cansara, o sufriera algún percance, aunque eso sí, está muy preocupado porque sufro de un síndrome de atención de no sé qué, y porque el psiquiatra le ha dicho que tengo poca tolerancia al fracaso y porque el dietista le ha dicho que tengo obesidad mórbida (seguro que es por lo mal que como en el cole, porque mamá, en casa, me da todo lo que le pido), y yo soy feliz con mi consola, mi PC (que no pez, léase bien), mi móvil 3G última generación, con mi TV por satélite en mi cuarto, y papá me quiere mucho... Y no digamos mamá...Aunque yo sospecho que papá y mamá sufren por verme sólo tanto tiempo y por eso tienen remordimientos y por las noches viene a hacerme los deberes (ellos dicen a “ayudarme”, pero me basta con decirles “no sé” para que los hagan ellos) que no quieren que acabe el día sin hacer algo conmigo. ¡Me quieren tanto...! Pero qué pesados se ponen a veces con eso de que lea. ¿Para qué? Leer es muy cansado y hay que esforzarse. Con mis videojuegos todo es más fácil, ¡y yo soy un experto! Y además tengo derecho a divertirme ¿no?

JAVIER: 45 AÑOS
¡Qué feliz es Alberto! ¡Qué bien se lo pasa! Me preocupa que saque malas notas. Tendré que hablar con los profesores, porque él, en casa, hace los deberes perfectamente. Y dicen que no es autónomo. ¡Vaya tontería! Si se pasa el día sólo en casa. Eso sí, le reconozco al profesor que Alberto lee muy poco. No le gusta leer. Ah, ya se sabe que al que no le nace... Pero no voy a forzarlo. Sería contraproducente. Menos mal que no le gusta el deporte. ¿Para qué? Quita, quita, vaya rollo, entrenamientos, partidos, etc... Que yo también tengo derecho a descansar el fin de semana, después de toda la semana trabajando como un burro para educarlo y que no le falte de nada... Por cierto, la semana que viene es su cumpleaños. ¿Qué podría regalarle? Si es que tiene de todo este niño...


“Educando, nuestras omisiones son mucho más graves que nuestros errores” pensó Roberto.

Si no sabes quien es Roberto ¿a qué esperas para leer el Hechizo de Caissa?

No hay comentarios:

Publicar un comentario