domingo, 14 de marzo de 2010

PREPARANDO EL MORTERO.

“El tiempo de la reflexión es una economía de tiempo” Publio Siro.

Volviendo al tema de la escritura, pronto descubrí que, como todas las cosas, la única forma de aprender a hacer algo es haciéndola. A capar se aprende capando, que decía aquel. Pero ¿qué es escribir? Todos tenemos en la retina la imagen de un Shakespeare (“Shakespeare in love”) a la luz de la vela, superinspirado, empapándose de musas, mientras escribe en una noche Romeo y Julieta… Y se entiende que hay que disponer de un estado óptimo y unas condiciones mínimas para poder hacer eso. Lo cierto es que la escritura es mucho más que el mero hecho de juntar palabras con más o menos sentido, con más o menos coherencia, con más o menos estilo o elegancia. Pronto descubrí que antes de teclear con rabia en la madrugada (mi hora bruja son las 5:00) había que tener claro qué se quería escribir. Preparar el mortero antes de meter paleta. Reflexionar.

Y para este proceso reflexivo no es necesario un escritorio, ni luz adecuada, ni un ordenador, ni siquiera silencio. He pasado cientos de horas sentado frente al ordenador redactando el hechizo, pero apuesto a que las horas de mortero superan el millar.

Miradas perdidas en una reunión o en una guardia, compulsivas anotaciones en mi cuadernillo de mano (una idea, un personaje, una palabra, una posibilidad argumental…), silencios incomprensibles en casa desatendiendo peleas de mis hijos, comentarios de mi mujer o la lasagna que se quema en el horno, cientos de kilómetros de footing en los que combatía el cansancio con pensamientos destinados a urdir la tela de araña del Hechizo. A veces incluso programaba mis entrenamientos con la idea de preparar (o repasar) mentalmente un capítulo, un pasaje, una frase… A veces simulaba no llevar gafas para excusarme por no haber visto a.., pero realmente en ese momento estaba en otra dimensión fabulando un diálogo, o un asesinato, o dios sabe qué camino colateral de algún eje argumental.

Pero es que cuando se está escribiendo (y no me refiero al hecho físico, sino al largo periodo temporal en el que tienes “la intención” de hacerlo) tus prioridad son las que son, y no atiendes a más razones que las que el guión de tu novela te dicta. O al menos eso me pasaba a mí.

Al igual que el ajedrez con alguno de los personajes del Hechizo, mi novela me poseía.

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