miércoles, 3 de marzo de 2010

EL CAPITÁN GARFIO. TIC-TAC, TIC-TAC...

“Hablamos de matar el tiempo como si no fuera el tiempo el que nos mata a nosotros” Alphonse Allais.

Seguramente parecería demasiado manido y pretencioso decir que el ajedrez es una parábola vital. Algo de eso se insinúa en el hechizo. Y en muchos aspectos yo lo creo sinceramente, como en la simbología de las piezas, del rey o del tablero. Pero creo que el elemento más ilustrativo del juego es el tiempo: la necesidad de vencer antes de que se acabe tu tiempo de juego, tan románticamente plasmado en ese artilugio justiciero que es el reloj biesférico de ajedrez, esa saeta rojiza que amenaza con hacer estériles todos tus esfuerzos (ahora con los relojes digitales es algo menos romántico, pero mucho más preciso).

En mis inicios un conocido me dio una acertadísima lección cuando me dijo: “si ves un reloj junto al tablero, ¡cuidado! ¡La partida es seria!” Y es así. El tiempo es fundamental, ese elemento que los aficionados llaman la decimoséptima pieza. Y alrededor de él se dan decenas de situaciones, temas y reflexiones muy suculentas. ¿Relojeo agonístico o deportividad? ¿Blitz inútil (partidas relámpago superrápidas) o partidas lentas superaburridas? ¿Es justo perder por tiempo en posiciones ganadas? ¿Realmente esas posiciones están ganadas o el tiempo también forma parte del precio pagado? Cronos inmisericorde.

Cuando juegas al ajedrez continuamente estás tomando decisiones (¡de eso se trata básicamente!) y una de las más importantes es cómo dosificar y distribuir tus minutos. A veces interesa invertir en una larga reflexión para encontrar una jugada ganadora, pero otras es más rentable hacer una rápida jugada segura. Y otras, la jugada rápida no era tan segura sino perdedora. Pero hay que decidir siempre.

Yo solía dilapidar decenas de minutos en busca de jugadas inexistente y ostento un dudoso récord en una misma temporada de cuatro partidas lentas y con incremento perdidas por tiempo. Desarrollé lo que he bautizado como complejo de Capitán Garfio. Pánico al tic-tac del reloj, que tantas veces me cortó la mano… Así que, ¿quién mejor que yo para saber lo duro que es perder una partida por tiempo?

¿Podría ser el tiempo (el reloj) una pieza importante en el hechizo? Lo es. Tanto el tiempo ajedrecístico como el cronológico, que en El Hechizo de Caissa descubriréis que no son lo mismo.

Y volviendo a la cita de Alphonse Allais, ¿no es el tiempo el auténtico limitador de todos nuestros anhelos? Recuerdo que de niños jugábamos a los tres deseos. Uno preguntaba qué tres deseos pediríamos al genio de la lámpara y todos deseábamos ser supermán o el hombre invisible o una bici nueva... Y, salvo alguno más crecidito que pedía ser millonario, sólo me sorprendió una respuesta de un chavalín llamado Sergio: quiero no necesitar dormir. Pedía tiempo. El don más valioso.

A ver si va a ser cierto lo de que el ajedrez es la metáfora vital por excelencia…

1 comentario:

  1. ¡Cuántas veces decimos "No tengo tiempo"¡Prisas.Sensación de no llegar a todo lo que quieres hacer.Algo que he descubierto últimamente que me aporta el ajedrez,es precisamente,la sensación de tener tiempo.Apagar el móvil.Perderme en la partida.Hacer sólo una cosa a la vez.Ponerme nervioso para relajarme.Tener tiempo,aunque me quede poco.
    Hubo una vez un Tiempo en el que había tiempo para "perder" el tiempo.
    Josetillo.

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