“No existen más que dos reglas para escribir: tener algo que decir y decirlo.”
Oscar Wilde.
Si algo he aprendido de esta aventura literaria es la veracidad de esta cita de Wilde. Creo que fue cuando realmente me convencí a mí mismo de que podía hacerlo cuando comenzó a escribirse
el hechizo. La inteligencia, el talento y la formación no son nada sin la voluntad, qué duda cabe. Y muchas veces esta perogrúllica aseveración nos pasa desapercibida. Sin duda es un problema de autoestima.
El club “Los Xuferos” inauguró una página web (http://www.clubescacsrafabayarri.es). El altavoz de mis afanes. El webmaster, a petición mía, habilitó una sección denominada
EEDC donde comencé a colgar mis reflexiones sobre ese fluido que me corría por las venas (¿he dicho ya que el ajedrez es algo más que un juego, que tiene autentica entidad física y que me invade?). Esta tarea cumplía tres funciones básicas: desahogo, experimentación y preparación.
Lo primero ni lo explicaré. Basta leer los textos para darse cuenta de que me explayé a gusto sobre todo lo que había reflexionado sobre la forma de entender el ajedrez. Lo segundo era necesario: daba vida a un personaje del
hechizo, del que necesitaba conocer el efecto que podía causar en un potencial lector. Y lo tercero porque allanaba el camino a un elemento estructural prioritario del
hechizo.
Y así, siguiendo a Oscar Wilde, dije lo que tenía que decir. Pero me decepcionó un poco ver los pocos lectores que tuve. ¿Acaso el tema no interesaba?
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