martes, 2 de febrero de 2010

COQUETEANDO CON CAISSA. EL PRIMER BESO.

NOTA PREVIA: Muchas gracias Luis, por tu comentario, por llevarme de la mano hasta la puerta de ese Paraíso, y sobre todo, por tu amistad. Sin ti "El Hechizo de Caissa" nunca hubiera existido.

“La decisión del primer beso es la más crucial en cualquier historia de amor, porque contiene dentro de sí la rendición.” Emil Ludwig.

Competí en el torneo individual y pronto descubrí que la competición lleva parejas muchas sensaciones y condicionantes que nada tienen que ver con la técnica o el puro goce lúdico. Me acompañaban en mis partidas mi prima la responsabilidad, y otro pariente lejano, el miedo a la derrota. Lejos de reconfortarme, me atenazaban. Pasaron muchos años antes de que me acostumbrase a su presencia, y muchos más antes de que los despidiera con cajas destempladas. A veces los veo observarme desde lejos, pero saben que no quiero que se acerquen a mi tablero.

Resulta curioso que de aquellos primeros años de torneos sólo recuerdo vivamente una cosa: mi primera combinación de sacrificio. Desde entonces he realizado alguna otra, bastante más meritoria e imaginativa, pero claro, aquella fue la primera, y ni siquiera fue muy original. Fue un esquema que los ajedrecistas llaman de “molino”, sacrificando la dama para entrar en la séptima fila del tablero con una torre apoyada por un alejado artillero, digo alfil, que iba barriendo todas las piezas del rival alternando jaques descubiertos y capturas a cada jugada. Estéticamente muy bonito, pero carente de todo mérito creativo, como cualquier ajedrecista medio sabe. Cuando se conoce a Caissa, no basta con hacer las cosas bien o bonitas, sino además hay que ser original, o eres un simple mono repetidor. Pero claro, el arte de la creación ajedrecística es eso: un arte. Y entonces (¡y ahora!) estaba a años luz de eso.

Obviamente aquella vez esto no lo sabía. Sólo recuerdo una sensación extraña, un goce indescriptible que brotaba de mi interior y un paroxismo que me impulsaba a gritar (a punto estuve de hacerlo en aquella sala atestada de silenciosos pensadores) sin vergüenza. Salí de aquél local tambaleándome de placer, orgulloso, ufano. Sin darme cuenta de que aquello fue el principio de mi derrota. Todas las amarras que me alejaban del mundo real se rompieron y caí indefectiblemente en el abismo de Caissa.

Mi primera borrachera. Mi primer beso. Mi primer gol. Mi primer orgasmo. Mi primer sacrificio de dama. ¿Mi primer libro? Sin considerar condicionantes externos, trascendencias adultas, y la relatividad del momento, ¿con cuál me quedo? ¿Con cuál se quedaría Marcos?

¿Que quién es Marcos? Tendrás que leer “El hechizo de Caissa” para averiguarlo.

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