jueves, 4 de febrero de 2010

PROMISCUIDAD.

NOTA PREVIA: Referente al comentario anónimo de la anterior entrada, es conveniente que todo lector de la novela tenga claro que es eso, una novela, no un libro técnico. Se trasmite el amor y la pasión que suscita el ajedrez para maestros y aficionados, pero nada de teoría ajedrecística. Si es eso lo que buscas, este no es tu libro. Es un libro no para aprender ajedrez, sino para aprender a apreciarlo y gozarlo. Gracias por tu aportación.
Respecto al comentario de Carlos, sí efectivamente, he leído toda la saga de McCullough, y junto con Santiago Posteguillo (fabulosa su trilogía sobre Escipión: Africanus, Las legiones Malditas, La traición de Roma) son los que mejor han narrado la Roma republicana. Me confieso admirador incondicional de estos dos autores y de Gisbert Haefs, los mejores narradores históricos  -junto con Margarit Yourcenar- que conozco.

“Hay que ser infiel, pero nunca desleal.” Gabriel García Marquez.

Uno de los rasgos idiosincrásicos del ajedrecista, eso lo aprendí pronto, es su amor por un esquema de desarrollo de las piezas, lo que los iniciados llaman aperturas. Sobre ellas hay todo un negocio editorial (decenas de monografías se publican cada año), todo un campo de aprendizaje y estudio específico, y yo casi diría que un dogma rayano en el culto místico. Esto puede parecer una exageración para los neófitos, pero los iniciados estamos cansados de leer expresiones del tipo “espíritu de la apertura” o “mística de la apertura”. O sea, esa relación que se establece de confianza mutua entre un humano y un conjunto de jugadas más o menos preestablecidas con sus correspondientes variantes, que se fundamenta en la experiencia y la comodidad de la posición.

De hecho, un porcentaje muy alto del conocimiento del rival es el conocimiento de su repertorio. El “¿qué juega?” es la pregunta en argot que nos dice qué tipo de jugador es mi adversario. Y así, el acervo taxonómico nos lleva a hablar de “jugadores sicilianos”, de “caballeros de gambito de rey”, “de jugadores indios”, etc… Y ello se corresponde, simplemente, con datos estadísticos; ese jugador juega apertura española con blancas el ochenta por ciento de las veces, con negras siempre plantea india de rey o berlinesa.., y así.

Pero internamente la relación entre el jugador y sus aperturas favoritas, es mucho más. Es una relación de amor incondicional. La apertura es una novia. Hay una primera novia (y apertura inicial), hay aventurillas amorosas ocasionales (y aperturas excepcionales), y hay amores recurrentes (y aperturas inolvidables), y ¿quién no ha tenido una novieta feucha pero que le daba morbo? (y aperturas reputadas como flojas pero con las que alguna vez te lo has pasado genial). Hay jugadores fieles. Y los hay promiscuos. Mea culpa.

Al principio fue curiosidad, o simplemente impaciencia porque achacaba mis derrotas a la flojedad de la apertura elegida. Luego me impuse el conocimiento de un amplio abanico de aperturas porque el proceso de documentación me exigía “dominar” casi todas las aperturas. Y debía vivir mi particular “mística” con alguna, tener ocasionales aventurillas extramatrimoniales, e incluso frecuentar algún burdel en la marginalidad de las aperturas de flanco.

Sería complicado, dado mi dilatada trayectoria, decir cuál de todas fue mi esposa. Pero de toda esta promiscuidad, puedo sacar un par de conclusiones claras. La primera es que perjudicaba seriamente mis resultados deportivos, pues es conocido el famoso axioma de que “más vale poco conocido que mucho por conocer” (lo he adaptado un poco al mundo ajedrecístico), y es obvio que diversificar esfuerzos en el estudio de las aperturas nunca es una decisión correcta desde el punto de vista práctico. Pero claro, mi prioridad nunca fueron los resultados deportivos y yo siempre desprecié (así me fue) el estudio de aperturas. Y la segunda consecuencia es que mis rivales tenían muy complicada la preparación cuando jugaban contra mí. Porque juego con relativa frecuencia francesa, escandinava, Pirc, portuguesa, siciliana, española, Londres, Budapest, orangután, dragón… No es una clase de geografía ni de biología: es una locura de repertorio.

Y toda la promiscuidad que nunca experimenté en mi vida real podía hacerla realidad en mi vida imaginada, esa que el tablero me estaba ofreciendo.

1 comentario:

  1. ¿Promiscuidad?

    ¿Francesas,escandinavas,portuguesas,españo-
    las?

    Hasta ahí vale,pero...
    ¿Orangutanes,dragones?
    ¿Tu libro tendrá fotos? ;)

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