martes, 11 de mayo de 2010

EL TALLER LITERARIO 2.

“Es mejor tener un mal plan que ninguno” ¿Grau? No estoy seguro, pero me viene como anillo al dedo.

Asistí a varias sesiones del curso literario cada vez más emocionado, interesado y expectante. A cada nuevo tema, en cada nueva sesión, encontraba salidas de mi laberinto, respuestas a mis dudas, soluciones a mis problemas: tipos de narrador, estilos formales, características de la novela histórica, y especialmente dos temas que influyeron (quiero creer) notablemente en mi escritura: el tono y la estructura argumental.

Respecto al tono, El Creyente es un auténtico experto en el mismo. Nos trasmitió la importancia de escribir con un tono adecuado, con humildad, sin presuponer nada en el lector y sin insultar su inteligencia. Nos mostró cuan delgada es la línea que separa la libertad de expresión y el respeto que todo escritor debe exhibir hacia sus lectores. Hizo hincapié en la necesidad de narrar creando un ambiente que invite a la lectura, que el lector nunca tenga la tentación de cerrar el libro porque de alguna forma haya podido sentirse vejado, ninguneado, menospreciado, ignorado o insultado, no ya con el contenido del texto, sino con el estilo. Me gustaría creer que el Hechizo se acerca, aunque sea de lejos, al tono narrativo que El Creyente recomienda.

Respecto al segundo tema, la estructura argumental, sí que tengo la seguridad de que aquella sesión del taller literario fue realmente influyente en El Hechizo. Cuando llegué a casa, pasadas las 21:00, saludé maquinalmente a mi mujer. Subí corriendo a mi destartalada y caótica buhardilla, legendarios revoltijos de papelorios por doquier, y me hice hueco sobre el escritorio. Saqué dos dobles folios (DIN A-3), un cartabón que utilizo para estos menesteres y un par de rotuladores de colores. Tracé líneas arriba y abajo, paralelas, perpendiculares, recuadros de similar superficie (aunque lo hice a ojo), y el resultado fue una planilla cuadriculada en la que consigné los “posibles” capítulos numerados del Hechizo (no queráis saber cuántas modificaciones hubo posteriormente de este primer esbozo) en la columna de la izquierda, y el supuesto nombre de los tres ejes argumentales del Hechizo en la primera línea. Sonreí orgulloso y solté ansioso los rotuladores para lanzarme sobre el lapicero. Escribí ideas, verbos, acciones, pasajes resumidos en una frase, en cada una de las cuadrículas resultantes. 

Algo así:
  • Primer capítulo-eje argumental de la historia de R: R recoge a M en el aeropuerto y..... 
  • Segundo capítulo-eje argumental de la historia de R: R juega al ajedrez con AV y M observa como ...
  • Primer capítulo- eje argumental de la historia de A. Desavenencias escolares de A y M...
¿Se entiende cómo estructuré la narración de todo lo que acontece en El Hechizo de Caissa en esa planilla? En el eje de las abcisas los tres ejes argumentales, y los n capítulos en las ordenadas.

Le saqué humo al lapicero, escribí, borré, enguarré aquellos dos dobles folios con flechas, subrayados, anotaciones marginales y tachones, y a las dos de la madrugada recordé que no había cenado, que no había escuchado a mi mujer y mis hijos cuando me chillaban que bajara y que no había tenido ojos para otra cosa que no fuera aquel borrador, porque la "loca de la casa" (la imaginación, que diría Rosa Montero) se había hecho con el timón.

Posteriormente, más calmado y con menos euforia salpicando el escritorio, corregí, retoqué, suprimí y trastoqué aquellas primerizas pinceladas. ¡Pero qué olvidado tenía al lápiz! Y me di cuenta de que a veces recurrimos al supertecnológico teclado olvidando que primero siempre viene bien manuscribir la idea.

Ni que decir tiene que el producto final del Hechizo difiere bastante de aquel primer esbozo. Pero creo que sin esas columnas maestras, sin esa planilla, el edificio del Hechizo se hubiera derrumbado irremisiblemente y jamás hubiera alcanzado el ático.., ni el segundo piso.

No hay comentarios:

Publicar un comentario