lunes, 24 de mayo de 2010

LLUVIAS DE IDEAS.

”La idea que no trata de convertirse en palabra es una mala idea, y la palabra que no trata de convertirse en acción es una mala palabra.” Gilbert Keith Chesterton.


Por lo leído hasta ahora en este blog el lector puede hacerse una idea de mi idiosincrasia, de mis hábitos y de mi forma de afrontar los retos (escribir un libro es uno de los más ambiciosos de mi vida, por no decir el que más). Sé que corro el riesgo de parecer un carroza, aunque como ya expliqué anteriormente en otra entrada, creo que me adapto más o menos bien a los avances tecnológicos, aunque en parte deploro la dependencia (¿falta de libertad?) que de ellos tenemos. Igualmente soy bastante escéptico con las “novedosas” teorías "psicológicas" (¿será porque soy docente y creo que la psicopedagogía ha enmarañado innecesariamente mi mundo?) aunque reconozco que en ocasiones la psique tiene mucho que decir en la consecución de los logros creativos.

Ahora lo llaman Brainstorming (¡qué manía de utilizar anglicismos para definir conceptos UNIVERSALES!, pero es que así parece que somos más IN, más “en la onda”, más actuales, más modernos), pero la lluvia de ideas como recurso para captar ideas, para estructurarlas, para producirlas, es tan vieja en mis procedimientos habituales que mis conocidos no me recuerdan trabajando sin una pizarra (muchísimos años antes de la aparición de "House" en la pantalla). Como ya comenté al hablar del cuaderno de bitácora y de las planillas de programación argumental, creo firmemente en el poder de las palabras y que las ideas se articulan en torno a ellas. Creo en la necesidad de apuntar todo lo que me bulle en la cocorota, a veces a sabiendas de que será una simple anotación condenada a ser eliminada en pocas horas, a veces sin tener muy claro a dónde me llevará esa línea de pensamiento, pero siempre sabiendo que no es un trabajo estéril, porque las ideas – y su traducción a palabras- son generadoras de más ideas.

Un ejemplo curioso. En una reunión de trabajo una compañera utilizó la palabra “soslayo”. Me gustó su sonoridad y la anoté en mi cuaderno. Al llegar a casa escribí SOSLAYO en el centro de mi pizarra. A partir de ahí comencé a trazar líneas con otras palabras derivadas, conectadas, más o menos vinculadas, y al final había diseñado un microepisodio de uno de los principales ejes argumentales del Hechizo. Poco o nada tenía que ver con esa palabra generatriz, quizás no había ninguna relación causa - efecto, pero – ya lo he dicho mil veces, y ahora una más – yo creo en el poder de las palabras y en su capacidad para evocarnos ideas. ¿Acaso no es eso la literatura? Ergo creo en el poder de la literatura para hacernos más felices, más imaginativos, más completos, más...

Imaginad a mis hijos subiendo a mi buhardilla y encontrándose, reinando en la pizarra mural, en rojo y subrayado, un “MATAR A R”, o un “TÓRRIDA ESCENA ENTRE M Y S TRAS LA P”, escoltado por una decena de flechas coronadas con anotaciones, adjetivos y verbos. ¿Qué pensarían?

Una segunda utilidad básica de mi pizarra es la ordenación de secuencias argumentales. Por así decirlo, es lo mismo que las planillas de programación argumental ya explicadas en anteriores posts, pero en la pizarra y únicamente para una unidad narrativa menor (capítulo, secuencia...).., generalmente numerando la secuencia temporal. Ejemplo:

(1. Recordatorio del final del capítulo anterior en una frase. 2. Reflexión sobre el ajedrez como elemento... 3. Secuencia de Antonio y el asunto de las... 4. Visitas sorpresa de A al P. 5. Diálogo con M sobre el ego...)

Y la tercera utilidad es la posibilidad de utilizar la pizarra para trazar ejes temporales. Esto es difícil de entender hasta que no leáis El Hechizo de Caissa, pero podréis fácilmente comprobar que de alguna forma tenía que controlar, a lo largo de la secuencia argumental global, las edades que cada personaje iba teniendo en cada periodo narrativo. Varias líneas horizontales paralelas (una por personaje) numeradas según las diferentes edades, eran perfectas para este menester, y en la pizarra podía hacer todas las modificaciones que fueran necesarias.

Ya estoy oyendo a alguno diciendo que soy un maestro arcaico y trasnochado, siempre tirando de pizarra, un dinosaurio estancado y nostálgico, y que hay un montón de aplicaciones informáticas que cubren estos objetivos. Pues yo digo que acepto la utilidad-potencia-idoneidad de los procesadores de texto para la redacción, pero para “parir” ideas, no hay nada como una pizarra.

4 comentarios:

  1. A "alguno" se le ocurre Cmaptools o Spicynodes, seguro que Paco se sabe más. Pero a mi también me gusta mucho la pizarra. En realidad yo tengo un corcho con papelitos pinchados.

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  2. Mi abuelo no sabía leer,tampoco
    sabía escribir.Sin embargo,era conocido
    por las historias que contaba.Ël encendía,rodeado de críos,las fogatas de San Juan.La caligrafía de mi padre era inclinada,elegante.Tejía el papel con precisión,como si esculpiera una pizarra.Todavía tengo la postal que envió desde la mili: "Yo bien,tú bien,mándame cien"
    Nosotros mandamos mensajes electrónicos.
    Es cierto,en tres generaciones hemos recorrido un largo trecho en la historia de la escritura.
    De todas formas,las preocupaciones,los miedos son los mismos de siempre,y lo seguirán siendo:
    "Yo bien,tú bien..."

    Tecnología Kirmen Uribe

    Abrazo,Fer.

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  3. Voy a ser mala, Fer, ¿te leo utilizando el vocablo "post"? Vaya, vaya.
    Un beso

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  4. Eres increible. La de cosas que se te ocurren con una sola palabra. Encambio a mí si me presentan todo un libro trato de expresarlo en una palabra.

    Andrés

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