martes, 18 de mayo de 2010

PROCREANDO.

”Un hijo es una pregunta que le hacemos al destino”Jose María Pemán.

En mi absoluta ignorancia sobre literatura en general y técnica de escritura en particular, yo tenía la creencia de que tres eran los elementos fundamentales de una novela: forma, argumento y personajes. Me sentía bastante satisfecho  (iluso de mí) respecto a mi capacidad en el primer aspecto, me sabía un desastre en el segundo y necesitaba mejorar considerablemente la caracterización de mis personajes. Antes de ponerme a escribir el primer capítulo, decidí hincarle el diente a este tercer frente de batalla.

Había leído - no podría recordar dónde - un método bastante interesante para este menester, consistente en hacer un listado de rasgos característicos siguiendo la siguiente clasificación:

1.Rasgos Físicos.
2.Rasgos Psicológicos.
3.Circunstancias personales: familia, trabajo, salud, aficiones…

Al principio me contenté con esto, y no tenía muy claro si había que listar todo esto de todos los personajes o sólo de los principales. Tenía cuatro personajes principales sobre los que no había ninguna duda, pero otra media docena podrían considerarse… ¿secundarios? Decidí “listarlos” a todos, por si acaso. En ese momento tan primitivo de todo este maravilloso “proceso”, creía en la necesidad de ser muy metódico y no dejar cabo sueltos, sin comprender que la calidad de una novela depende mucho más de la pasión y la ilusión con que se escribe que de su técnica. Así que, no fuera que más adelante tuviera que lamentar mi precipitación (como en el EODC), pequé por exceso.

Miré el resultado de mis afanes. Algo fallaba. Añadí tres categorías más, siguiendo la pulsión de quien no conoce lo que va a escribir pero sí aquello que no podía faltar:

1. Frases típicas de: (soy un fiel creyente en el poder de las palabras, y un obseso de las citas, los aforismos y las sentencias).
2. Adjetivo que lo define: (soy un obseso de la adjetivación, a veces excesiva)
3. Lo que odia.

A modo de ejemplo, los adjetivos que definen a mis personajes (no diré a quién concretamente) son: PERSEVERANTE, LÓGICO, RECTO, PREVISIBLE, FRÍVOLA, HONORABLE, IMAGINATIVO.

No sé calibrar cuánto de aquel trabajo preparatorio se plasmó en la versión definitiva del Hechizo de Caissa (¿la 3.9?), pero creo que también con el Hechizo jugaba al ajedrez.., de alguna forma. Preparaba muchas “líneas”, muchas “variantes” aunque luego me decidía únicamente por una de ellas.

Pero si alguna vez escuché que los personajes del escritor son sus hijos, ahora os puedo asegurar que es cierto. (De nuevo el poder de las palabras). Nacieron en mis primeras meditaciones (¿9 meses? ¡por ahí, por ahí!), crecían día a día en mi cabeza, se alimentaban de mi tiempo, y en sus devaneos reproducían todos mis anhelos, todos mis temores, todas las vilezas que yo desprecio y las virtudes que admiro, y ahora que mi pluma ya no puede darles los coscorrones que merecen, .., me siento huérfano de ellos. Porque son como mis hijos. Los amé, los odié, me costaron de criar, y ahora los echo de menos.

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