sábado, 10 de abril de 2010

EODC RELOAD

“El éxito es la cima de una montaña de fracasos”. Proverbio.

Haría bien en comprender que cuando algo comienza mal necesariamente ha de acabar mal. Pero como dice el dicho, a veces la única forma de identificar un error es cometerlo.

Lo cierto es que cada vez que abría el cajón del escritorio, aquellos 150 folios de EODC me miraban con ojitos de cordero degollado, suplicantes. Complétame, me decían. Pero yo me resistía. No era necesario ser demasiado objetivo como para darme cuenta de que era un material de baja calidad, difícil de mejorar porque adolecía de una correcta estructura, y cuando el esqueleto argumental es endeble no importan mucho los aderezos, por mucho que yo no dejara de reconocer una cierta prestancia en la forma del texto. La historia hacía aguas por múltiples fisuras, por múltiples motivos, por múltiples carencias, por...

Pero claro, el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra ¿no?, y a mí me daba mucha pena tirar a la basura todas esas horas de trabajo. No recuerdo muy bien cómo fue el asunto. Supongo que la idea me vendría después de visionar por enésima vez una de mis películas favoritas, "La ventana indiscreta". Era una idea que siempre me había cautivado, así que creé un personaje, el voyeur, que narraba, como una voz en off, lo que veía desde su ventanal. Ello me permitió solucionar algunos problemas relacionados con el tempo, la secuencia temporal, porque ese personaje escribía en un diario sus observaciones de los hechos acontecidos, pero también sus impresiones sobre los hechos, permitiéndome una narración algo menos fría e impersonal. Todo el texto del voyeur lo escribí un año y medio después del EODC y pude percibir una cierta madurez en mi escritura. De hecho, lo que más me gusta de todo aquel legajo son las treinta y tantas páginas del voyeur.

Durante un par de semanas creí haber superado mis problemas y volví a ilusionarme con la posibilidad de llevar adelante el proyecto. El voyeur me había dado alas y esperanzas. Pero claro, aquella era un impresión en caliente, y yo no era tan estúpido como para no saber que hace falta un poco de perspectiva temporal antes de emitir un juicio válido.

A las pocas semanas comprendí que el voyeur era un burdo intento por resucitar, un boca a boca desesperado, al cadáver que era el EODC. Punto y final. Era incapaz de escribir.Había que asumirlo.

Entonces me sentí muy abatido, lógicamente. Pero hoy me doy cuenta de que sin el EODC, sin aquella frustrante y edificante experiencia, incluso sin aquel desesperado intento de reload que suponía el voyeur, El Hechizo de Caissa nunca hubiera sido posible.

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