sábado, 15 de mayo de 2010

EL TALLER LITERARIO 3.


”La crítica es la décima musa” Gustav Flaubert.

El taller literario tocaba a su fin. Para la última sesión estaba previsto un libro-fórum sobre la novela de Steven Pressfield “Puertas de Fuego”, sobre la batalla de las Termópilas, que todos los alumnos nos habíamos comprometido a leer. Después de casi una hora coloquiando sin desmayo pude llegar a la manida conclusión de que una novela puede catalogarse de obra maestra o de bodrio según el lector, su idiosincrasia, sus gustos, su estado de ánimo al leerlo, y mil imponderables imposibles de calcular. Pero supongo que tampoco esperaba un dictamen consensuado. No importaba, lo realmente interesante fueron los argumentos que se utilizaron para la crítica. Me hizo darme cuenta de la madurez adquirida en el género de la novela histórica después del taller literario. No sé si éramos mucho mejores escritores (seguro que no) pero sin duda éramos mucho menos ignorantes en relación al género histórico.

Pero a mí me interesaba mucho más la segunda actividad prevista para esa jornada. La semana anterior El Creyente nos solicitó, a modo de ejercicio práctico (y voluntario), un esquema de una “posible” novela, proponiendo que en esa última sesión expusiéramos el esbozo al resto del grupo, para analizarlo y recibir las críticas oportunas.

Yo había estado trabajando en mi planilla de programación del Hechizo, y estaba ansioso por someter mis ideas al escrutinio de mis compañeros. Muchas veces creemos que hemos hecho una maravilla simplemente porque nuestra vanidad, nuestro ego o un estado de hiperexcitación (comprensible, pero excesivo) no nos dejan ver la realidad objetiva. Pero este es un problema común a toda producción literaria, artística, creativa: ¿hasta qué punto estamos cegados como para no reconocer la realidad? Porque con la ciencia, es bastante más fácil de precisar el éxito o el fracaso, pero con el arte… Y no digamos cuando sólo se trataba del simple esquema de una idea. Yo ya había salido bastante escaldado de mi experiencia con el EODC, y necesitaba el refrendo de alguna opinión autorizada y crítica (de eso no me cabía ninguna duda, porque si algo nos gusta por naturaleza a los lectores compulsivos, es criticar) antes de invertir de nuevo cientos de horas en un proyecto que quizás no pasase del cajón de mi escritorio. Por eso yo tenía mucho interés en saber la opinión de mis compañeros.

Y ahora el lector podrá elegir entre estas dos opciones:

a) No expuse el esquema de El Hechizo porque otro compañero necesitó más de una hora en contarnos su proyecto, una prometedora historia de piratas berberiscos, y no hubo tiempo para más.
b) Soy un cobarde temeroso de oír lo que no quería, y en el último momento me entró el “canguele” y callé.

Cuando llegué a casa, y como “buen” ajedrecista que soy, sometí a análisis el fruto de lo acontecido esa jornada, y de todo el taller literario. ¿Queréis saber mis conclusiones?

1.Globalmente el taller literario había despertado mi sed de literatura en su vertiente productiva.
2.Había descubierto la necesidad de prestar una especial atención a la figura y el tono del narrador.
3.Había experimentado la programación como paso previo a la escritura.
4.Aunque no conocía el camino que me llevaría al Hechizo, El Creyente me había enseñado las calzadas de dirección prohibida.
5.Y estaba dispuesto a volver a intentarlo.Ahora lo sabía y mi decisión era firme.

Podéis imaginar la eterna deuda que tendré siempre con El Creyente por todas sus enseñanzas, pero ya os anticipo que eso sólo fue el principio. Sin él, El Hechizo de Caissa ahora sólo sería un legajo polvoriento en un cajón de mi escritorio.

2 comentarios:

  1. Aparezco yo por aqui... Yo soy el compañero pesado de la novela de piratas berberiscos... No sé muy bien la causa efecto de mi entusiasmo, pero debo reconocer que ..Tal vez hablo demasiado

    ResponderEliminar
  2. Desde luego que El Creyente es una persona admirable. Va a aparecer en los agradecimientos de un montón de buenas novelas.

    ResponderEliminar