viernes, 23 de abril de 2010

TENTÁCULOS

“Siempre hay algo más”. Arturo Vilches.

Pues sí. Una de las píldoras más difíciles de tragar para el aficionado es el descubrimiento de la dimensión científica y teórica del ajedrez. Pronto descubres que para no ser aplastado en pocos movimientos es necesario el estudio. Esto puede parecer incomprensible para quienes sólo le atribuyen y permiten una naturaleza lúdica, pero no olvidemos que la geometría, las matemáticas, la ciencia (en general) y el arte, están sometidos al dominio de unos conocimientos más o menos extensos. En el ajedrez, el corpus de conocimiento es descomunal. Sólo en el apartado “teoría de aperturas” se necesitan varias vidas para dominarlas todas. Es un coloso inagotable. Crees que estás preparado, pero nunca lo estás. Siempre hay una variante colateral, una novedad jugada en el último torneo, una línea “resucitada”, o una jugada inferior, para la que no estás preparado. Hay que conocer trucos de trasposición, celadas temáticas, esquemas tipo, posiciones críticas, estructuras de peones, etc.., y eso es infinito.

Pero claro, algo hay que hacer. ¿Opciones?

Plan A: No estudias aperturas y confías en tu imaginación, en solucionar los problemas sobre el tablero, en tu habilidad táctica y estratégica en el medio juego. Problemas: Dilapidas todo tu tiempo en la apertura. Caes continuamente en trampas y trucos de trasposición. Muchas veces eres barrido del tablero antes de llegar al medio juego. Muy romántico. Muy poco práctico. Muy cómodo. Muy inefectivo.
Plan B: Estudias todas la aperturas. Problema: No eres humano.
Plan C: Seleccionas y creas tu propio repertorio. Problema: Aun así, es mucho lo que hay que estudiar, o te arriesgas en ser “cazado” (como decimos en argot).

El Plan A apenas sirve para el ajedrez de café y ni siquiera eso. Al Plan B no se acerca ni de lejos ni siquiera los Gms, ni siquiera Kasparov.

El Plan C es el único realista, pese a sus inconvenientes. De entrada supone un sesgo evidente y siempre hay alguien que sabe más que tú en esa línea de apertura que tú pensabas que te sabías de rechupete. Además te hace previsible y es fácil prepararse contra ti. Pero claro, es la única opción.

Yo soy bastante versátil en mi repertorio – en consecuencia mi preparación teórica es horrible, pues ya se sabe lo de “quien mucho abarca poco aprieta”- en parte porque soy un vago al que no le gusta estudiar, en parte por desidia, y en parte (un poquito) porque mis tentáculos teóricos tenían la obligación de alcanzar un mínimo de todas las principales aperturas ajedrecísticas. Necesidades del proceso de documentación. Ardua tarea.

Tranquilos. En El Hechizo no es necesario conocer nada de teoría de aperturas. Nada de ajedrez teórico. Es una novela no para aprender ajedrez, sino para aprender a entenderlo. Pero el autor sí debía saber de qué hablaba cuando menciona una Pirc, una Scheveningen, o un Petrov. Ardua tarea documental.

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