miércoles, 3 de febrero de 2010

LA BIBLIOTECA.

“Por el grosor del polvo en los libros de una biblioteca pública puede medirse la cultura de un pueblo.” John Steinbeck.

Asiduo visitante de la biblioteca pública, siempre me sorprendió buscar los libros de ajedrez en la sección de arte y encontrarlos en la de juegos, deportes y aficiones. Y creo que esa es una de las razones ocultas, uno de los inalcanzables objetivos soterrados de “El hechizo de Caissa”: reivindicar el puesto que le corresponde. Es obvio que no lograré mi propósito, y no diré una mala palabra contra los responsables bibliotecarios. Sólo puedo agradecerles todos sus esfuerzos por hacernos -a todos los ciudadanos- más felices, más sabios, más educados, más formados, y más personas. Pero me consta que mi pasión por la lectura no está tan extendida como a mí me gustaría creer, y ésta puede ser una opinión exagerada y poco popular.

Aún así, creo estar en deuda con la biblioteca pública por tres motivos. El primero es obvio: allí amplié mis conocimientos ajedrecísticos y me convertí pronto en un constante usuario de la sección de préstamo. Creo haber leído todos los libros de ajedrez que allí se ofrecen al préstamo. Todos. Especialmente útiles fueron las narraciones históricas (“Viaje al reino del ajedrez”, por ejemplo). Y hoy, que tan extendida está la creencia de que Google es el oráculo de Delfos que todo lo sabe, yo sigo afirmando que una biblioteca pública reporta, no sé si más o menos, o mejor o peor información, pero sin duda unas vivencias formativas insustituibles, nada que ver con la frialdad de un monitor. Mi proceso de documentación para “El hechizo de Caissa” hubiera sido muy diferente -y estoy seguro de que bastante peor- sin mis periódicas visitas a la biblioteca. Cierto es, quienes lean la novela lo descubrirán, que los datos históricos son casi anecdóticos en la trama, pero su conocimiento era imprescindible, y apenas he referenciado un par de episodios del extensísimo y fabuloso anecdotario de la historia del ajedrez. Pero ya se sabe: el vértice de la pirámide lo sustentan toneladas de granito.

El segundo motivo es de carácter sentimental: salvo el elevado reducto de mi buhardilla, no he encontrado un lugar con mayor paz y donde se respire tanta “quietud literaria” como mi querida biblioteca. Y me cuesta reconocerlo pero creo que los pasajes más bellos y logrados de “El hechizo de Caissa” los escribí allí. No sabría explicarlo. El silencio, la enormidad bibliográfica escoltándome, el olor a vetustas encuadernaciones,... Mi cuñado dice que soy un romántico en este asunto. No sé. Pero es cierto. La biblioteca “me pone”. En la novela hay una pequeña presencia de las bibliotecas, como modesto homenaje. Auténticos templos del saber.

Y la tercera razón es decisiva. Un día, cuando retornaba a la salida tras el infructuoso esfuerzo por encontrar un libro de ajedrez que aún no hubiera leído en la sección de préstamo, me encontré accidentalmente en la sección de “novela por autor”. Letras M-P. Supongo que había inhalado demasiado efluvio a tinta y estaba algo aturullado. Me entretuve observando los lomos de los volúmenes. Anteriormente ya narré la epifanía que me llevó hasta el mundillo ajedrecístico. Allí experimenté una segunda revelación bibliográfica. “El primer hombre de Roma” de Collen Mc Cullough. Un tocho de casi mil páginas de novela histórica que, lejos de repelerme, me atrajo. Estuve quince minutos allí, de pie entre las estanterías, sin percatarme que la ojeada de prueba se había convertido en la lectura de las primeras páginas. Y ya no salí de la sección de préstamo con las manos vacías.

Y ya me salvé del autismo ajedrecístico. Y ya diversifiqué mis lecturas. Y ya sembré el germen de una afición lectora, de un género vicioso – la novela histórica-, que me hacía gozar con una intensidad insospechada (aunque de diferente forma que el ajedrez). Y sin saberlo, aquél fue el primer paso hacia la escritura del hechizo. Porque no hay escritor que no sea previamente lector. Lector, lector, lector. ¿Algún día podré trasmitir a mis alumnos el placer por la lectura?

Aquel episodio me encaminaría, años más tarde y por motivos que más adelante narraré, hasta el Creyente, quien luego se convertiría en mi amigo y guía. Y en el padre putativo del hechizo.

2 comentarios:

  1. En mi biblioteca hay muchos libros de grandes jugadores. En tu libro, ¿ tendré la suerte de comprender mejor las ideas que tienen los grandes jugadores?

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  2. Si te gusta la novela histórica y te gusta la historia de Roma entiendo la emoción al comenzar El primer hombre de Roma y ver que te esperaban miles de páginas ( creo recordar que cinco tomos originalmente y luego alguno más).
    Recuerdo haberlos leido todos de un tirón.

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